23 de noviembre de 2005

Prioridades y constantes históricas



Podemos señalar que la situación de sometimiento a proceso del ex-dictador Pinochet inmediatamente nos reafirma el norte que como país y sociedad hemos seguido. Siempre la discusión respecto de la importancia o no de los delitos y su correspondencia con la pena es un debate de enormes y variadas aristas, especialmente cuando se comparan delitos económicos con crímenes directos a la vida o integridad de una persona. He aprendido y compartido la postura que los desfalcos a las arcas públicas merecen mayores penas que los delitos a personas individuales por el daño extensivo que provocan (lección de Melón) en programas sociales y que redundan en reproducción de problemas sociales y sicosociales. En fin, parto desde esa visión que puede ser perfectamente cuestionable. El problema al que me enfrento es cuando constato que una persona que utilizó el aparataje del estado para realizar crímenes extendidos contra la vida y la integridad de las personas termina siendo condenado y perseguido judicialmente por evasión de impuestos, valga la anaogía ya hecha con Al Capone. Creo que tal situación inmediatamente nos pone en evidencia de cuales son las prioridades nacionales, a este respecto creo que el seguimiento del paradigma económico y la constante histórica que significa la búsqueda de la estabilidad nacional establece que: No cuestionemos el actuar moral que significa la matanza y represión de miles de chilenos, porque a la larga la legitimidad que otorga la aplicación de justicia y saneamiento social que eso significa (proceso que claramente conlleva inestabilidades sociales dentro de su proceso) significa un esfuerzo que nuestro natural miedo a conformar una sociedad inspirada en la participación y real convivencia (que a estas alturas parece imposible) relega a un último plano. Así mismo, cualquier distorsión que afecte la visión económica imperante ( el marco del caso Riggs por evasión tributaria y uso de pasaporte falsificado) lógicamente va en contra de dicha visión homogeneizadora desde arriba y estabilizadora, visión a su vez, no legítima. A pesar de esta pesadumbre debo señalar que también a estas alturas algo es algo, y como no creo en la grandeza de un dios, si creo en las mínimas satisfacciones que significa la aplicación de la justicia humana, que a la larga algo de venganza conlleva, pero también algo de paz otorga.



Freddy



Este es un tema complicado para mí, porque a menudo me lleva a descubrir enormes inconsecuencias en mis opiniones, inconsecuencias simples e inexcusables como entender que no hay nada más sano para las sociedades y la paz social que dejar que los tribunales apliquen las normas sobre prescripción a todo evento, y al mismo tiempo, tratándose de Augusto, preferir que se le siga torturando judicialmente. ¿Por qué? No aventuraré justificaciones, simplemente expondré los motivos: Uno central y principal: Lo odio. Lo odio porque gracias a él viví buena parte de los mejores años de mi vida sujeto a una dictadura represiva e inmoral. No lo perdono ni lo perdonaré jamás, y eso que el daño que me causó es mínimo comparado con el dolor de las víctimas de las armas de sus secuaces. Se dice que no fue el único y ni siquera el principal de los causantes de tal estado de cosas. Es obvio, según varios de sus biógrafos, parece ser que la influencia de Lucía fue nefasta y tremenda. Por otro lado y de manera increíble en el reciente careo Pinocho-Mamo, el "Tata" llamó a Contreras "Mi General". Parece que nunca terminaremos de sorprendernos. Da lo mismo hoy. Si Europa tuvo su juicio de Nüremberg ¿Por qué nosotros no?

Ahora los casos de defraudaciones, exacciones ilegales, falsificación de instrumentos públicos y privados, enriquecimiento sin causa y otros que sorprendieron a aquellos que sostenían el impresentable argumento que podría sintetizarse señalando "muy asesino podrá haber sido pero no ladrón", me parecen gravísimos también. Más aun si la mayoría de las irregularidades son más recientes y no cabe discutir sobre si el tiempo a borrado en parte la ofensa.

Me parece muy positivo que el juicio histórico sea hoy radical y aparentemente definitivo. Creo, a su vez, que en gran medida eso se ha debido a que con posterioridad al su régimen no sobrevino ningún gobierno de quienes fueron sus partidarios y ahora reniegan de él. De haber sido así, estoy seguro que la situación sería distinta y peor. Pero si mi abuela tuviera ruedas sería bicicleta, ahora no es relevante. Lo importante es, como manifesté, que el juicio histórico parece rubricado e inmodificable, tanto así que a quienes fueron sus instrumentos como Cuadra, simplemente no se les permite trabajar mientras no digan todo lo que saben y sean castigados por la responsabilidad que tienen. En segundo lugar que con el castigo, sea legítimo o no, jurídicamente procedente o no, el efecto preventivo general de las armas estatales (legales y judiciales) parece intenso en términos tales que a nadie se le ocurriría, dárselas de "Pinochet II". Y finalmente que para satisfacción de los negros deseos de venganza de muchos de nosotros hoy sólo su nieta aun lo acompaña. Su nieta y un par de personajes que le fueron a cantar el cumpleaños feliz en alemán... ¿No deja acaso es gesto todo claro? ¿Alguien tiene alguna duda ahora?


Roberto

15 de noviembre de 2005

HUMOR, SOBRE TODO EL NEGRO



Un tema recurrente de candentes debates en los que he participado son precisamente los cuestionamientos al humor. Debe ser por que los he buscado, los he generado, promovido. Porque me molesta la visión predominante.
Me amparo en un par de supuestos, que sería extenso exponer con mayor latitud, pero que en general son asumidos por quienes se ubican en la trinchera opuesta. El principal es que el humor es sano, en sí. En su libro "Humor y Salud", el Dr. Raymond Moody no sólo sostiene que el humor posee un importante poder curativo, sino que formula propuestas concretas para la incorporación de actividades que incluyen este tipo de terapia en instituciones de salud.
Ahora ¿de qué nos reímos? De muchas cosas. Lo más habitual es reírse de la exageración, del absurdo, de excentricidades, desórdenes lingüísticos y mucho más. Tales situaciones las encontramos en todo nuestro diario vivir. ¿Cuándo comienzan los problemas? Cuando nos reímos del difunto o de su viuda en el funeral, cuando nos reímos del holocausto, de los detenidos desaparecidos, de los homosexuales, de la discriminación a la mujer (ver imágen), de los conflictos internacionales (el humor gráfico corresposndiente a nuestros problemas limítrofes recientes es de un negro azabache), de la sufriente víctima del hecho delictivo más funesto del día que es expuesta en los noticieros centrales de la TV, etc. ¿Por qué? No lo sé, supongo que alguna norma consuetudinaria que desconozco nos lo prohíbe, presumo, fundada en el respeto de los derechos y la dignidad de las personas objeto de tales bromas.
Pues bien, algunos eufemísticamente han planteado una distinción bastante exótica entre reírse "con ellos" y reírse "de ellos". A mi juicio no es más que una excusa lógicamente mal elaborada, generada por un normal sentimiento de culpa. Por que en ningún caso afirmo que reírse de la desgracia o de quienes la han sufrido es un deber. Pero considero enfermizo cuestionar enconadamente a quienes nos reímos con soltura y fluidez de tales situaciones. Al reírnos conseguimos, además de mejorar nuestra salud como exponía al principio, hacer que situaciones trágicas presten utilidad práctica, esa es la virtud única del humor negro.
Obviamente, propongo la delicadeza de no reírse en la cara de las personas, práctica que considero sana a todo evento, no sólo aplicable al humor cruel, en atención a las circunstancias específicas de cada evento; lo que es de sentido común: si te vas a reír de la viuda en el funeral, hazlo donde no te vean. Así no se afecta ni los derechos ni la dignidad y ni siquiera la tranquilidad espiritual de las víctimas y las llamo "víctimas" por su padecimiento principal, no porque las considere objeto de un tortuoso padecimiento del cual somos causantes.
Finalmente, el correlato necesario de una posición como la que sostengo es no proponerse uno mismo como "la excepción que confirma la regla" reírse de si mismo en las situaciones más adversas es una práctica del todo noble, así que ya lo saben: Si se quieren reír de buena gana, ¡vayan a mi funeral!
Ahora espero sus procaces insultos, para mofarme de su pésimo sentido del humor...


Roberto


Solamente voy a elaborar un comentario corto, ya que estoy de acuerdo contigo y debo señalar que el tema me parece sumamente importante, por lo menos como marco para este blog.
Creo que es tremendamente incómodo tener la epidermis fina respecto del tema del humor. Mi máxima es reirme de todo, obviamente incluyéndome. Entiendo que Chile es un país sumamente prejuicioso y discriminativo, pero creo que ponerse grave respecto del tema del humor negro no ayuda realmente a la integración o a la valoración del otro con sus diferencias, de hecho pienso que justamente la práctica en círculos privados de esta veta, coopera en el sentido de tomar ciertos aspectos de lavida con menos gravedad de la que realmente amerita. Por tanto coincido contigo en el punto de que hay que tener cuidado de exteriorizar sin cuidado bromas a personas sensibles o en momentos inoportunos en los que al final el receptor de la broma no va a sentirse parte del juego.
Seamos sinceros, en este país, una gran mayoría de los defensores de la no discriminación e integración mal llevada, casi draconiana, rien de buena gana con los Simpson, quienes se burlan descaradamente tanto de su sociedad y de sus pilares tradicionales más defendidos, como a su vez de las minorías y desgracias de los seres humanos. De ahí que me parece cínica la manera en que por ejemplo Condorito ha llevado a cambiar personajes en razón de esa bandera de lucha (Don jacobo por Máximo Tacaño, o la desaparición del Cortadito).
Propongo una lista de palabras censuradas solapadamente en este ámbito: Teletón, pedofilia, homosexual, DD.HH., etc. Si alguien quiere reirse de ellas incorporo la palabra Freddy.


Freddy

8 de noviembre de 2005

DE LÍMITES Y OTRAS COSAS...


En relación al problema surgido hace días respecto a nuestros límites marinos con Perú, debo señalar que no me inquietan mayormente los trámites diplomáticos que realicen nuestras cancillerías, a sí mismo, sus efectos o posibles repercusiones militares no son de mi interés inmediato. Lo que sí me preocupa es la exacerbación de sentimientos nacionalistas, de hecho chovinistas que surgen tanto en la población chilena como peruana.

En el caso peruano sabemos que su educación, su proceso formativo en los niños, incluye y levanta discursos antichilenos que se arraigan fuertemente en el espíritu del pueblo que nos ve como imperialistas (que en cierta forma si lo fuimos en el siglo XIX: Portales en sus cartas señala el camino que debe seguir Chile en Latinoamérica, Ortega y Gasset nos trata como un pueblo sediento de conquistas y el historiador Sater presenta a EE.UU. y Chile como “imperios en conflicto”), arrogantes y claramente como ladrones debido a los territorios anexados al nuestro, como consecuencia de la Guerra del Pacífico.

Nosotros en cambio, justificamos su percepción de arrogantes al mirarlos sobre el hombro, al considerarlos inferiores, feos, flojos, ladrones, etc. Prejuicios, por lo mismo infundados, que nos ha llevado gran parte del siglo XX a no considerar las opiniones o problemas de nuestros vecinos del norte.

Creo que el problema, en esencia, es nuestro. La visión peruana es focalizada hacia nosotros y por último tiene algo de justificación histórica, (que lamentable fueron las decisiones de la corona española en la delimitación americana durante el proceso de conquista, además, que terrible, la forma de construcción nacional de nuestros países durante el siglo XIX las que ayudan a este problema). En nuestro caso nuestra despectiva mirada es una condición general, no sólo con respecto de Perú, sino con todos los demás países latinoamericanos a quienes miramos sino con desprecio, por lo menos despectivamente. Aún más, somos así, incluso con nosotros mismos: El “chico”, el “negro”, el “pelo tieso”, etc. Son los típicos estereotipos que están presentes en nuestros comentarios y que se traducen en discriminación. Los trabajos, las relaciones de pareja y amistad pasan en Chile en muchos de los casos, por patrones discriminatorios a todo evento. Entonces, si no tenemos respeto por nosotros mismos, imagínate lo que van a ser nuestras relaciones con los peruanos residentes en el caso de una agudización de esta “crisis”. Ya he escuchado expresiones como “váyanse a su país”, “no roben más en Chile”, “no quiten trabajo a los chilenos”. A larga pienso que la falta de trabajo, las condiciones para asaltos o robos pasan por nuestros connacionales.

Creo en la integración, creo a su vez que no podemos cambiar de barrio, y creo también que tenemos más en común con Perú, Bolivia, Argentina o Colombia que con China, por último tenemos una historia similar... y amigo mío, si bien sé que no estás de acuerdo, creo que compartir historias vale mucho. A mi entender pienso que deberíamos dar los primeros pasos para mejorar nuestras relaciones con un vecindario que nos ha sido algunas veces hostil, pero que es esencial porque compartiremos un futuro nos guste o no, a mí por lo menos me gusta.





Freddy



Para empezar una importante aclaración: no niego que compartir historias sea valioso, pero afirmo que no siempre será lo más valioso y muchas veces será correcto priviliegiar otros intereses y/o principios. Así algunos plantearon que fue un craso error de las políticas exteriores de gobiernos pasados privilegiar la integración con la "premier leaugue", en circunstancias que jugábamos en liga de barrio. Creo que es una caricatura inexacta. Si Chile sufre la tensión que todos conocemos con nuestros vecinos, no es una consecuencia del presunto éxito de nuestra integración con América del Norte, Europa y Asia - Pacífico. Se puede caminar y mascar chicle a la vez.


Si hoy el ciudadano común y los medios emplean con más frecuencia de lo que desearíamos la palabra "guerra" es simplemente por una conducción no del todo satisfactoria que denota, a lo menos, cierta falta de interés. Ricardo Israel, por ejemplo, echó de menos la existencia de un grupo de trabajo dinámico y eficiente en Cancillería que monitoree los temas de largo plazo que forman parte de los intereses permanentes de Chile, trascendiendo los gobiernos de turno. Por su parte, el especialista en relaciones internacionales y padre de una muy buena amiga mía, José Rodríguez Elizondo, planteó que el país tiene buenos equipos diplomáticos, pero no siempre bien aprovechados.


Nuestro argumento único, pero poderoso, suele ser reiterado de manera enérgica por las autoridades: No tenemos asuntos pendientes en materia de límites y fronteras. Si lo analizamos en esencia, es una argumento bastante autista: Para Chile todo está solucionado y lo que hagan nuestros vecinos no interesa. Pues si no interesara, no miraríamos con preocupación el trabajo legislativo de nuestros vecinos. Si las pretensiones peruanas son serias o no, legítimas o no, jurídicamente procedentes o no... es harina de otro costal: pero su previsibilidad es indiscutible, las consecuencias de las mismas a la estabilidad de la zona, también es indiscutible y, en definitiva, todos los malos ratos y nervios evitables. Tenemos una enorme carencia de "empatía internacional".


Por otra parte, nuestra falta de sensibilidad en el trato al extranjero, al ser humano distinto, curiosamente más crítica con el de piel más oscura, pero también expresada en envidia respecto del de tes más clara, a mi juicio es un problema central, grave y triste. Irremediable en el corto plazo, pero mitigable: empleando para ello aquella herramienta de tantos filos y utilidades que nos permite aliviar tantos males de nuestra sociedad posmoderna: LA EDUCACIÓN.


Su especialidad maestro... le paso la pelota.






Roberto