21 de agosto de 2006

Alcohol, Tabaco, Drogas y Rock & Roll.




Buena parte de lo que comentaré esta vez requiere una tajante aclaración previa: soy liberal, hediondo de liberal. Pero también, como mansa oveja del rebaño de los “políticamente correctos”, pregono el evangelio de la necesidad de un orden constitucional legítimo y eficaz, para depositar en él la confianza requerida para desarrollar nuestras relaciones sociales. ¿Cómo entonces enfrentar cuestiones tan delicadas como el consumo de alcohol, tabaco y drogas en sociedad? Un tema para romperse el mate estudiando, pensando y argumentando.

En primer lugar me parece evidente que existen factores comunes a las tres substancias que resultan relevantes a la hora de abordar el tema: (1) el daño a la salud humana que causa su consumo, (2) los poderes económicos (legitimados o no) que nacen en el seno de la oferta y (3) una tradición histórica de vedar o restringir su comercialización. También existen diferencias: Las drogas, entendiendo por tales las substancias estupefacientes o sicotrópicas, cuyo consumo genera dependencia física o síquica, capaces de provocar graves efectos tóxicos o daños considerables a la salud (excluyendo el alcohol y el tabaco) han sido fuertemente combatidas por la mayoría de las legislaciones sin mayor cuestionamiento social, salvo el relativo a las denominadas “drogas blandas” como la marihuana. Hoy ya nadie discute seriamente la legitimidad de prohibir de manera absoluta la venta en cualquier lugar o circunstancia de heroína, éxtasis o pasta base de cocaína a adultos o menores de edad. Sin embargo, eso no prueba ni más ni menos que la legitimidad las legislaciones antidrogas: no su moralidad ni mucho menos su eficiencia.

Por su parte, el alcohol también tiene sus rasgos distintivos: es la única de las tres substancias que paralelamente a sus efectos nefastos nos ofrece interesantes cualidades nutritivas y terapéuticas acreditadas y asumidas: ya es un lugar común, por ejemplo, celebrar las consecuencias del consumo diario de una copa de vino a la hora de almuerzo. Por otra parte, desde la óptica de la reacción social, también nos expone uno de los fracasos legislativos más memorables en cuanto a su combate: la famosa Prohibición, en los Estados Unidos que, fuera de inspirar algunos notables productos cinematográficos, no tuvo ningún efecto positivo rescatable.




La situación del tabaco es la que está de moda. En su defensa podemos apuntar que, a diferencia del alcohol y las drogas, por lo menos en nuestra sociedad, no es posible vincular un 70% de los delitos de mayor connotación social a su consumo[1]. También que, en general, éste no afecta de manera directa las relaciones sociales, como lo hace con la salud de fumadores activos y pasivos. Finalmente que, hasta hace muy poco, las únicas restricciones en serio a su consumo y comercio eran los siderales impuestos. ¿Saben ustedes que porcentaje del precio de venta de una cajetilla de cigarros está constituido por impuestos? Averígüenlo, se van a sorprender.

El panorama legislativo hoy es absolutamente asimétrico y errático. La ley 20.000, antidrogas confiere a los órganos persecutores del estado facultades exorbitantes orientadas al combate del narcotráfico. Dan miedo. Sin embargo el consumo personal y privado de drogas no se considera delito y pese a las aparatosas operaciones que permiten a los detectives, ingresar, no precisamente pidiendo permiso a las casas de La Legua, los reportajes televisivos que pretenden demostrar la bondad de la normativa, a mi juicio nadie se ha hecho en serio las preguntas correctas: ¿Se consumen menos drogas en Chile desde la entrada en vigencia de la 20.000? ¿Ha contribuido la 20.000 a que el daño social que causan los drogadictos (el individual, siendo liberal como les decía al principio, considero que cada cual debe asumirlo como mejor puede) se mitigue? No pues señores, la cuestión es otra: (vean El Mercurio 20/8 C14) lo que ahora está en la agenda pública es el financiamiento para el exámen de pelo de los funcionarios públicos. ¿Razonable?


En el caso del alcohol y los cigarros, podemos notar la diferencia entre un problema que está de moda y otro que no. Haga la prueba: mande a su hijo de 15 años a comprar, junto con el pan y el “chanchito”, una cerveza de litro y una cajetilla de cigarros. Le apuesto que le venden todo y en el evento que surja alguna objeción será a venderle cigarros. ¿Por qué si hoy la prohibición de venta a menores de 18 años es común a alcohol y al tabaco? Pues por lo que decía, la normativa prohibitiva en voga es la de los cigarros. Apenas pase la moda los porfiados hechos demostrarán que las costumbres no se cambian con leyes. Menos aún con leyes tan rascas como la que reformó la ley antitabacos. No quiero decir con ello que todo su contenido sea tan tóxico como la nicotina o el alquitrán. Pero la prohibición, por ejemplo, de venta de cigarros a una determinada distancia de los colegios es una demostración patente de que nuestros legisladores están poco interesados por los efectos reales de las normas que cocinan: ¿Alguien duda que tal disposición fomentará el comercio clandestino respecto del cual, esto es lo más grave, LOS HONORABLES TIENEN LA CERTEZA MÁS ABSOLUTA DE QUE NO TENDRÁN CONTROL? Respecto a las mórbidas imágenes obligatorias en el diseño de los envases, nada que decir: impactan y además permitirán a amantes del diseño como yo un interesante material de colección. El cuestionamiento en relación a tal específica regulación suele ser que no parece proporcionado considerando, por ejemplo, que las botellas de wiskey no se venden con una foto del hígado de Dean Martin en su etiqueta.


Si leyeron todo hasta acá les doy las gracias, creo que exageré en cuanto a la extensión para formato blog. ¡Salud! en todo caso, aún nos queda el sexo y el Rock´n Roll.


Por el momento.


Roberto.

[1] Como es sabido, en abril de 2005 se le realizó un test de orina a 532 detenidos por haber cometido algún delito de "mayor connotación social" (robo, hurto, lesiones, homicidio y violación), de ellos un 73 % había consumido drogas (especialmente cocaína y pasta base) hasta 48 horas antes de delinquir. En cuanto al alcohol los porcentajes son semejantes en materia de delitos contra la integridad física y de violencia intrafamiliar. Para que hablar de accidentes de tránsito.