19 de noviembre de 2006

EL MONSTRUO MILTON



Esta vez seré muy breve, básicamente, porque no tengo ánimo, estoy ebrio, echo de menos el aporte de mi compadre y porque leyendo algunos blogs que visito, he llegado a la conclusión que nadie lee más de diez líneas de lo que cualquiera escribe. Se agradece que lo hagan entonces.
El tema es que murió Milton Friedman, y mis sentimientos, son extraños. El diario británico "The Times" asegura que la izquierda consideró a Chile como "el laboratorio del friedmanismo". En tanto, el "New York Times" asegura que el profesor fue fuertemente criticado por su "rol en proveer una guía intelectual al régimen militar en Chile” Que extraños tiempos aquellos, de los cuales nos gusta recordar más los monos animados, que ahora venden con el diario, que lo que en realmente fueron y determinaron sobre lo que somos y como vivimos. También de aquellos a quienes sepultamos. Mi opinión aún está en gestación, admito ser cobarde, al contrario de la mayoría de los ebrios. Básicamente porque no sé si sin lo que pensó y escribió Milton tendría mi departamento. Tampoco si estaría tan endeudado como estoy. Tampoco si al tomar la 233 llegaría a ver un país, viajando hacia el oriente, y tomado la 346 otro, viajando hacia el sur-poniente. Me gustaría conocer su opinión.
Pero, como diría la Sole, si no la quieren dar, váyanse a la mierda.
Me queda muy poco wisky, en cinco minutos saldré a comprar cerveza, quizás “Dorada”. quizás vino “Gran Avenida”, quizás grapa.
No saben que mal me siento, pero, en fin, de todo tiene la culpa Milton. Sin Milton, no hay Lavín, sin Milton no hay Schaulsohn, sin  Milton no hay Bachelet.
Alguien me       llamó para decirme que estaba mal. Yo estoy peor.
Juro que nunca más en mi vida escribiré una porquería como esta. Por favor créanme.
Pese a todo, soy un hombre serio.
Serio, pero ebrio.


Roberto.

2 de noviembre de 2006

Solicito su Aporte Solidario



Se aproxima una nueva Teletón y leyendo algunos artículos, post, y panfletos varios, se me ha antojado escribir sobre la presunta solidaridad de los chilenos. En el post anterior, básicamente discutíamos sobre una supuesta identidad del homo chilensis, si era posible conocerla, que utilidad prestaban las estadísticas y encuestas e opinión en tal sentido. Pues bien, por lo menos mi conclusión sobre el debate que generamos es que, por el momento, únicamente podremos contar con opiniones arbitrariamente forjadas para efectos de cualquier diálogo. En esta oportunidad les presento la mía sobre un tópico de moda.

Vivimos en un país en que las cifras indican que la economía mejora, por lo menos para los grandes. “...con los informes de los resultados del primer semestre de las empresas se pudo observar que se estaba en una buena etapa, con un 52% de las Sociedades Anónimas incrementando sus beneficios, eso se ratificó en este tercer trimestre, donde las compañías que tenían plazo hasta ayer lunes para presentar sus estados financieros mostraron un alza de 50,68% en sus utilidades y más de US$6.000 millones en ganancias a septiembre”. (fuente: terra 28 de octubre) Por otra parte las diferencias de ingreso entre adinerados y la plebe son monstruosas, como en pocos lugares del orbe.

¿Cómo encaja la caridad en tal entorno? Existen diversas maneras de enfocar el tema, de ellas elijo dos. La primera de ellas es la de quienes deciden “ponerse”. Sus motivaciones pueden ser múltiples, desde el sincero interés en mejorar la vida de aquellos a quienes se ayuda, pasando por la necesidad a veces bastante superflua de tranquilizar la conciencia de aquellos más sentimentales, hasta una lógica utilitarista que entiende la caridad como un negocio, un asunto de imagen. El espectáculo de la Teletón nos permite identificar claras expresiones de aquellos y otros impulsos. Así, por ejemplo, el Banco de Chile pasa, de ser un gigante del comercio del dinero cuyos operarios no dudarán en dejar en la calle a quien no sea capaz de pagar su hipoteca, a ser “el banco de la teletón”: En cuanto a las estrellas de la farándula criolla que “aportan su granito de arena, entregando lo que saben hacer”, muchas veces ni siquiera tienen la preocupación de ocultar sus conflictos de figuración, que revelan un interés paralelo, sea secundario, primordial o único: potenciar sus carreras. Por otra parte buena parte de los chilenos, conmovidos por trágicas historias que se difunden en la maratón televisiva, entregarán algunas lucas que les sobren, sintiéndose verdaderos filántropos. Algunos, tanto o más necesitados que los destinatarios de la campaña, se privarán de calorías indispensables para su nutrición por ayudar a los lisiados. En síntesis: De todo.




¿Cómo juzgar entonces este paradigma de la unidad nacional dirigido a la caridad? Algunos hablan de “chantaje emocional” y derechamente boicotean la campaña. Parece bastante lúcido. Otros no sólo respaldan la campaña sino que arden de ira al vomitar a los detractores. Generalmente son personas honestas y sentimentales.

A mi juicio es el otro enfoque el que nos acerca a respuestas más definitivas. El de los destinatarios y el de aquellos que sufriendo una eterna postergación, podrían serlo. Porque para la Teletón el caballito de batalla, en principio, son los “niños impedidos”, del mismo modo que al recaudar fondos para los enfermos de SIDA, parece que sólo resulta procedente solicitar dinero si se pretende entregar a los niños que lo padecen. Evidente: junto con la apreciación sobre la necesidad de espantar los cocodrilos del bolsillo, automáticamente el chileno formula un juicio moral, del cual, en general, sólo resultan indemnes los niños. Por eso resulta muy difícil pedir ayuda económica para la rehabilitación de los alcohólicos, delincuentes e incluso para los indigentes adultos. Es una manera de ver la realidad, legítima como cualquier otra. Así un barbón presidente de los Estados Unidos, republicano por cierto, dijo en una oportunidad “nadie puede ayudar al hombre, haciendo lo que éste puede hacer por si mismo”. ¿Entonces sólo consideramos legítimo ayudar a quienes lo merecen? ¿No podemos dejar de pensar, antes de romper el chanchito, en como llegó una persona a transformarse en impedido, enfermo o mísero? Pues bien, a quienes entregarán dinero en esta oportunidad, les recuerdo que junto con ayudar a aquel joven que tras un accidente de tránsito nunca más podrá caminar, también apoyará al otro muchacho, hoy tetrapléjico, que iba manejando el vehículo ebrio a su lado.

Si ampliamos esas reflexiones y alguna vez concluimos que la caridad no debiera estar condicionada por apreciaciones moralistas, quizás ese día Chile pueda ser considerado un país de hombres y mujeres solidarios. Antes no.

Espero sus opiniones y su aporte solidario en mi cuenta corriente porque también lo necesito bastante.

Roberto