28 de enero de 2007

A propósito de la "Pequeña Gigante"


Mientras escribo estas letras la “Pequeña Gigante” duerme en la Plaza de la Constitución, mañana continuará su colorida búsqueda del rinoceronte infame. Pues bien, durante estos días han sido muchas las opiniones que he escuchado, expresiones de admiración, de extrañeza, de ira, de desconfianza, etc. a propósito del sofisticado trabajo de la Royal De Luxe. De esta manera, pude recordar varias interesantes polémicas, que sobre arte, cultura, economía, esparcimiento, en fin.

Comenzaré por la más antigua, en el marco de una discusión sobre el fútbol, un muy estimado personaje, tras denostar el balompié continuó menospreciando, por extensión, los deportes y en general toda actividad no orientada directamente a la producción de “riqueza”. Pocas veces una opinión me ha producido más rechazo. Por que si el bienestar consistiera exclusivamente en la producción de alimentos, medicamentos y dinero, nada nos distinguiría de los animales, como el perverso rinoceronte: sus vidas transcurren día a día centradas en la mera conservación individual o grupal. Si hay algo que tengo claro es que los seres humanos somos complejos y buscamos algo más, muchas cosas pueden llenar nuestras vidas, en mi caso particular, y asumo que en muchos otros, el amor por la belleza, la magia, las destrezas, el juego, los colores, significa mucho, aunque tales vivencias no nos hagan un centavo más ricos en términos estrictamente materiales.

Acto seguido, para algunos parece interesante debatir sobre que es arte, en sentido estricto, y que creaciones humanas no lo son. Así, el viernes en la tarde perdido entre la multitud que pretendía acercarse a la “Pequeña Gigante”, escuché el airado comentario de un padre de familia, aparentemente presionado por sus hijos para asistir al evento, molesto por las incomodidades de la superabundancia de seres humanos por metro cuadrado, exclamó “tanta alharaca por una mona con patas”. Me acordé entonces de la “Casa de Vidrio”, la Paty Rivadeneira envuelta en la bandera Chilena, Próceres con tetas, multitudes en pelotas fotografiadas por Tunick y, sobre todo de la más reciente exposición "Triángulo de amor", de Marco Evaristti, presentada en la Galería Animal en que se exhibió excremento bañado en oro y se sirvieron albóndigas de carne humana. ¿Arte? Para la RAE, arte es una “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”, ¿vale la pena distinguir que es arte y que no? A mi juicio es bastante intrascendente.

Lo acertado, honesto y valioso es simplemente admirar y abrir espacios para los sentimientos genuinos y el placer de dejarse llevar por aquello que realmente genera emociones intensas o simplemente nos parece bello. En la práctica, da lo mismo si el mojón de oro es arte o no, quien disfrute contemplándolo no debería merecer reparos. Diferente y al menos merecedor de burla me parece la tendencia de algunos a considerar que sólo ciertas obras son propiamente arte y en tal sentido respetables: Las indicadas por intelectuales de barba, boina y pipa, siempre y cuando sus autores tengan nombres intrincados o extraños y en mayor o menor medida según el prestigio del que gocen sus creadores (¿Han oído hablar del “Efecto San Mateo”?)

Para mí la caca, pese a estar bañada en oro y evocar una serie de emociones sobre la superficialidad de nuestros tiempos, no deja de ser caca, al igual que la famosa lata de Andy Warhol es sólo una lata. Pero suelo entrar en éxtasis al contemplar, lo que para otros muy legítimamente sólo será una extraña disposición de un par de animales y ruinas abstractas en tonos opacos, como es Gernika. Y ciertamente aluciné con la “Pequeña Gigante”. Entre otras razones porque la primera vez que la vi, por TV, me pareció una idea lúdica, emotiva, colorida, extremadamente original y que transforma toda una ciudad en el escenario de una aventura épica. Algo que tanto le hace falta al gris y apagado Santiago de nuestros tiempos. Por eso me dolió cuando, el sábado en la mañana escuché algunos insultos dirigidos al tontón que en la primera fila entorpecía la visión de un espectáculo supuestamente dirigido de manera exclusiva a los niños.



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De este modo me sumerjo en la última y más compleja cuestión, que en parte cubre las anteriores: admitiendo que cada cual se conmueve como mejor puede y con lo que de manera más directa le llega a la cuchara ¿Cómo el Estado decide que promueve y qué no, qué financia y qué no?

En la red encontré éste comentario: “Poner una micro vieja y chatarrienta arriba de otra no es arte...ni mucho menos expresión de cultura. Tampoco podemos ser tan giles para pensar que porque en las noticias dicen "muestra cultural" nos vamos a pegar con una piedra en el pecho creyendo que consumimos cultura. Simplemente lo veo como uno de los tantos espacios usados por los concertacionistas para sacar plata del fisco por aquí y por allá...si no, no me explico donde van los 800 millones de pesos que costó todo este circo. Mejor se debería premiar a algun "artista" local que con mucha menos plata de seguro pudo haber hecho algo mejor y de paso con mayor proximidad a lo que realmente es nuestra cultura e idiosincrecia (sic) nacional....” (Simplemente firma “Cata”)

Lo primero que cabe aclarar es el dinero para traer a la “Pequeña Gigante”", tiene un origen predominantemente privado (supongo que “ENTEL” algo habrá puesto porque varias de las fotos que tomé se “ensuciaron” con, tan gigantes como la propia pequeña, globos con su logo institucional) Entiendo que la fundación Santiago a mil hizo un importante esfuerzo por más de un año para lograr financiar el helado, la ducha con ropa (¡que decepción! juraba que la podría ver desnuda) los “liliputenses” y el resto de la parafernalia.

Ahora, supongamos que así no hubiera sido. Creo que hasta los más liberales (como yo) convendrán que parece razonable que un Estado democrático destine una parte de sus recursos a la cultura, el esparcimiento o la simple diversión de las personas. Lo verdaderamente difícil es determinar cuanto y a qué, sobre todo si están de acuerdo conmigo, en la validez de toda expresión como las mencionadas. Evidentemente no puedo entregar una respuesta definitiva y universal a una cuestión que tantos dolores de cabeza ha traído. Pero creo que la lógica democrática permite de alguna manera establecer ciertas reglas del juego básicas, como financiar aquello que las personas mayoritariamente reclaman: En tal sentido difiero una vez más de lo planteado por "Cata", reconociendo quizás que mi postura en este punto es minoritaria: No veo por que tendríamos que privilegiar a los artistas locales. Prefiero que se entregue a la población lo mejor y más reclamado independientemente de su origen, no me tienta para nada la idea de imponer una suerte de sustitución de importaciones en materia cultural.

Y en ese sentido, también, valoro una vez más la presentación de la “Pequeña Gigante” porque nos ha permitido acercar a los chilenos a un mundo menos convencional y aburrido que el que nos agrede a diario, para, por lo menos, tener en cuenta que la experiencia fue contemplada, disfrutada, aplaudida por miles de entusiastas de todas las edades y, por lo mismo, valdría la pena repetir presentaciones al menos semejantes. Vislumbro la justificación de su costo en la sonrisa del pueblo.

¡Suerte pequeña!, me enamoré de ti.

Roberto


19 de enero de 2007

TRANSANTIAGO



En pocos días más veremos si uno de los proyectos “estrella” de la Concertación logra hacer más fácil la vida de los santiaguinos. Recuerdo, hace un par de años, haber presenciado una exposición bastante convincente del entonces Subsecretario de Transportes Guillermo Díaz, que prometía una verdadera revolución, enumerando virtudes: rapidez, seguridad, conectividad, modernidad, etc. Entonces, me retiré únicamente pensando en un factor que supuse sería la piedra de tope: el precio. En su momento vivimos una experiencia desastrosa en materia de modificaciones al transporte público como fue la pretensión de introducir los cobradores automáticos. Pensando en que con tal lección, no sería posible un nuevo fracaso rotundo y en que, no se cambia algo que funciona relativamente bien, por un sistema menos perfecto, debo reconocer que me ilusioné.
El primer golpe, para mí, fue ver que los nuevos “super” buses, tenían muy pocos asientos. Es cierto, no tengo porque suponer que todos comparten mi aversión a permanecer de pié y por eso, sencillamente descarté ese reparo. El segundo fue el gran golpe que significó la postergación de la entrada en vigencia, debido a una serie de complicaciones, que ya todos conocemos. Pero si la entrada en vigencia de la reforma procesal penal se postergó en Santiago y hoy funciona como reloj (modestia aparte para los que me conocen) tampoco ese sería un argumento en contra muy poderoso. Siempre y cuando la tontera funcione bien en Febrero. Pues ¿alguien cree que será así? En realidad hoy me sorprende ver a todo el mundo pesimista. Yo tengo mis razones, toda vez que viajo al trabajo en metro y, al parecer, con la cantidad de pasajeros que lo saturará, no podré embarcarme en la estación Departamental para bajarme en Rondizzoni. Tampoco algún recorrido de bus cubrirá ese trayecto. Así que, deberé tomar taxi o, ¡quién lo iba a creer! aprender a manejar y comprarme un Austin Mini, como siempre soñé.
Mi compadre apesadumbrado me comentaba que desaparecerá uno de los mejores servicios que durante años benefició a los habitantes de San Bernardo, los Pullman. Un amigo reclama que su abuelita sencillamente quedará confinada a su hogar porque será imposible que se adapte al sistema de la tarjetita y a los nuevos recorridos. En fin, todos tienen una objeción. Para que decir quienes perderán su fuente de ingreso. Pero creo que la principal de todas es sencillamente la enorme dificultad que la gran mayoría de la población tendrá para cambiar en mayor o menor medida su estilo de vida. ¿Valía la pena?



Roberto



1 de enero de 2007

LOS MUERTOS DEL 2006




El año recién pasado fue particularmente intenso en materia de muertos. Podríamos emular el clásico de R.E.M. “Is the end of the World...” con una cadenciosa enumeración de personajes que el 2007 ya no están. A varios de ellos nos referimos en el blog.

Sin duda, para nuestro país, el muerto más simbólico es Pinochet. Su muerte representa el final de una época: algunos la llamaron eufemísticamente transición. Siguiendo a mi estimado profesor Peña “Las cosas terminan de verdad cuando somos capaces de reconocer sus sombras”. Tales sombras nos acompañarán por mucho tiempo, pero ya no se hablará de búsqueda de justicia ni de castigo. Tampoco de lealtades incondicionales ni disculpas. Sólo quedan las morbosas pero magníficas expresiones de humor gráfico. Para muchos el único consuelo es poder reírse en el momento más frágil del dictador y su familia. También el año pasado murió Stroessner, quién iba a decir que partirían casi juntos.

Hace un par de días, muy lejos de acá, se fue Saddam, el gran amigo del Tío Sam en los años ochentas, el socio estratégico, el contacto comercial. Como cambian las cosas, partió como muchos hubieran querido que se hubiera ido Pinochet. Pero nosotros no somos gringos (evidentemente no podemos hablar en este caso de tribunal imparcial ni independiente, sino de una reedición de Nüremberg, obra y gracia de Estados Unidos y no de Irak) bien por eso, un país que se olvida de su decencia con el ánimo de hacer justicia, a mi juicio, camina en la dirección equivocada.

Muchos otros murieron y antes de terminar el año nadie se acordaba de ellos. Es cuestión de ver los obituarios del año en las numerosas publicaciones, que aprovechan la oportunidad para repetir material: Carlos Helo, José María Langlais, Rocío Durcal, Rocío Jurado, Slodoban Milosevic, Jean Francois Revel, Jorge Porcel, Oriana Fallaci, Sergio Santander, Glenn Ford, Steve Irwin, Patricio Bunster, Milton Friedman, Gabriel Donoso, Robert Altman, Juan Azúa, Gerald Ford y James Brown.

Quedamos nosotros, la piedra en manos del frentista, del jugador de “payaya” o del escultor, es la misma y los resultados del actuar humano pueden ser muy distintos, el 2007 también, en principio nace para que hagamos lo que queramos de él.

Roberto