14 de agosto de 2007

Salario Ético.



El salario o remuneración mínima ha tenido un impacto interesante en mi vida desde hace mucho tiempo. Para Goic sonará extraño, pero eran precisamente los curas los que le pagaron a mi madre la remuneración mínima durante más de diez años en dictadura. También la gané yo en 1992, cuando trabajé como jardinero. En aquellos tiempos, no me parecía un límite simbólico o un obstáculo a la generación de empleo. Ambas fuentes de trabajo no corrían el más mínimo peligro. Los curas necesitaban una nana y un hermoso jardín en la Avda. El Huinganal difícilmente sería atendido personalmente por el Gerente de Finanzas de un conocido Hotel de Santiago. Nadie necesitaba pensar cuanto pagar, la respuesta la entregaba la ley.

Pues bien, hoy se ha generado un debate realmente interesante a propósito de la propuesta de Goic. Siendo liberal le tengo bastante simpatía a los argumentos basados en la realidad económica, sobre todo a los que se apoyan en considerar la ineludibilidad de las sombrías tendencias del alma humana: Ya se experimentó con la prohibición de consumo de alcohol en los Estados Unidos: cuando una limitación, por muy legítimamente consensuada que sea, es ridícula, sencillamente no se respeta, se elude, genera “informalidad”.

También me parece razonable considerar que la Pymes, que muchas veces pagan sencillamente lo que pueden a sus empleados, generan el 70% del empleo en Chile y que una determinación poco razonable (asumamos que la existencia de un salario mínimo legal es un supuesto ya socializado) del sueldo mínimo definitivamente generará desempleo. Curiosamente nadie ha planteado, con resonancia mediática, contrarrestar tal eventual impacto en los niveles de empleo que generaría un salario mínimo sobre el nivel de supervivencia, echando mano al el excedente de ingresos fiscales proveniente del mayor precio del cobre. Recordemos que ese dinero está orientado a invertirse o regalarse al extranjero (ver
http://ahoratodostusolo.blogspot.com/2006/05/qu-hacemos-con-la-plata-que-le-sobra.html)

Sin embargo concuerdo, y no podría ser de otra manera, con uno de mis mentores intelectuales naturales que se ha ganado un espacio los domingos en el diario que miente quien señala que el debate es “un llamado a la reflexión pública allí donde por razones de diversa índole, hemos concedido la primera y última palabra a la economía”.

Vale la pena saturar de argumentos ese debate, reflexionar una y otra vez hasta la saciedad, pues es un tema demasiado complejo. Por lo pronto, no puedo dejar de contradecir terminantemente una de las tres palabras basales del discurso de Goic: Si no está pensando en $500.000 o $600.000, el salario mínimo que propone, no tiene nada de ético y sigue siendo una mera limitación normativa a nuestra natural tendencia a explotar al otro. Por otra parte y más elemental aún: si está en una ley no es ética, es una consagración de la voluntad social consensuada, por más que la gente del Opus quiera convertirlos en conceptos interrelacionados: la moral es la moral y la ley es la ley. Otra cosa es resolver si es procedente pensar en sumas que permitan a todas las personas comer carne no solamente cuando se muerdan la lengua. Y definitivamente pensar como compensar en el impacto que tendrá el dejar a muchos viendo tele en la casa hasta que le corten la luz, al dejarlos sin pega.

¿Difícil no?


Roberto




3 de agosto de 2007

¿Servicio Público?

Los recientes cuestionamientos a la alternativa de vida de Sebastián Piñera han eludido enfrentar un tema que subyace al más evidente, sobre la eventual incompatibilidad entre expectativas políticas y la propiedad y/o dirección de empresas privadas: La relación entre intereses particulares y servicio público. Parece ser que hoy en día estamos conscientes de que difícilmente cualquier ser humano persigue únicamente como finalidad de sus actos el bien común. Es más, podría concluirse que si el interés preponderante y central de un político es ser cariñosamente recordado por la historia (¿qué más egoísta?) podrá tener un mejor desempeño, que se traduzca en una mejor calidad de vida de las personas. No siempre los intereses personales son incompatibles con los sociales.

Pero tampoco son todos compatibles. Evidentemente la propiedad y dirección de empresas estratégicas es incompatible con el ejercicio correcto de roles políticos influyentes. Más la dirección que la mera propiedad, más si hablamos de Lan que del negocio de la esquina.

Lo mejor sería lograr un entorno de incentivos efectivo que permitiera que todos los ciudadanos tuviéramos claridad sobre la totalidad de los intereses de nuestros políticos, y no tener que escuchar declaraciones tan falsas como “mi vocación, a la cual quiero dedicar todo mi tiempo, mi esfuerzo y mi capacidad de emprendimiento, es el servicio público” del susodicho. En síntesis, no podemos negarnos a asumir la naturaleza humana. Al menos no nos engañemos, lo que necesitamos no son servidores públicos cuasi – beatos, sino mecanismos de control eficientes y otros que incentiven la transparencia.

De eso tenemos muy poco: un proyecto de ley de "fideicomiso ciego" que permitiría que una persona, al asumir un cargo público, entregue la administración de sus intereses económicos a un tercero (un negocio pensado para los bancos) sin conocer las operaciones concretas que el tercero efectúe desde ese momento. Sólo resultados. Además otros mecanismos poco efectivos por la facilidad con que se burlan.

Algo es algo, pero, creo que debería considerarse la posibilidad de legislar de una vez por todas con alcance general, no pensando en hacerle la vida difícil o botar a Piñera, sino en crear un escenario político más transparente. En hacer efectivas y no meramente nominales las normas sobre inhabilidades e incompatibilidades de jueces y parlamentarios y difundir los montos de las remuneraciones de todos.

Caiga quien caiga.

Roberto