22 de octubre de 2007

¿ES CHILE UN PAÍS TOLERANTE A LA DIVERSIDAD SEXUAL?



No. No me vengan con cuentos, a los pacos gay los echaron por homosexuales (la versión según la cual en tal institución no se discrimina en función de la orientación sexual, derechamente no es creíble) y no a todos les parece una segregación aberrante. Es más, he visto algunas encuestas, (en las que para votar no hay que dar la cara) en que cerca del cuarenta por ciento de los consultados está de acuerdo con tal decisión, así, tal cual: fuera por fletos.

Bastante lógica me parece la argumentación de Roberto Gaete: “¿Cómo no esperar abusos y discriminación por parte de las fuerzas policíacas si hasta entre ellos mismos practican la intolerancia?” Sin embargo me parece que no todos compartimos tales ideales. ¿Por qué muchos pretenden otra cosa entonces? ¿Por qué pretendemos ser una sociedad abierta a todas las alternativas sexuales de sus integrantes? Una cosa son los chistes de diversos calibres y calidades y otra cosa nuestra posición en serio. Los que tienen hijos ¿aceptarían con la misma sonrisa cualquier opción sexual de sus hijos? ¿Se sentirá nuestra población, aterrorizada por la acción incontenible de la delincuencia, igualmente segura con los cuarteles abiertos a todas las alternativas sexuales? Precisamente uno de los argumentos que se supone fuerte a la hora de cuestionar la posibilidad de ordenar la legislación sobre matrimonio civil eliminando la referencia del artículo 102 del Código Civil a “un hombre y una mujer”, es que la homosexualidad es entendida aún como una anomalía, cuando no como una perversión. Por lo mismo, los detractores del matrimonio gay argumentan que éste incentiva, a través del ejemplo, tal opción sexual. Estimados, si no queremos matrimonio gay, por la posibilidad de que los niños sean homosexuales o lesbianas, es que no queremos homosexuales o lesbianas. En su versión menos radical: si no queremos que nuestros hijos sean gays porque asumimos que su vida será un infierno por tal elección, o condición si se quiere, eso significa que, o no estamos dispuestos a dar la pelea por una sociedad verdaderamente abierta y tolerante o que nos gusta tal como está.

Por otra parte la cuestión me parece tremendamente complicada considerando que aproximadamente el 70% de los chilenos se dice católico, y el discurso oficial, muy seria y prolíficamente fundado de tal religión (recuerden que por muchos años, a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, estuvo el Cardenal Ratzinger, actual Papa) es de rechazo a la homosexualidad.

Creo que finalmente llegará el día en que el peso de los argumentos de los gays, el esfuerzo de sus líderes y su trabajo disciplinado y firme termine por prevalecer y consigan un tratamiento, a lo menos digno.

Pero por otra parte soy pesimista: Apuesto a que jamás los chilenos serán sufientemente honestos manifestando realmente lo que piensan y sienten, si no es políticamente correcto.



Roberto.


10 de octubre de 2007

PINOCHET, AÚN.


Los recientes procesamientos de buena parte del denominado “Clan Pinochet”, han dado lugar a celebraciones, imputaciones, discusiones y en general un revuelo bastante inoficioso en que puedo notar bastantes distorsiones que me parecen graves:

La primera es que la aproximación política que muchos le han dado a un tema que tiene un fondo jurídico complejo me ha parecido lamentable. No por el mero hecho de efectuar una lectura política de un fenómeno penal, sino por la falta de fundamentos con que se ha hecho. Por ejemplo, decir que el Ministro Cerda pretende, a través de un auto de procesamiento, desenfocar la opinión pública de las irregularidades del gobierno, me parece una apreciación que necesariamente debe estar respaldada de más antecedentes que meras suposiciones. Desde esta perspectiva, me parece también un desacierto celebrar de manera pública los procesamientos, como lo hicieron familiares de víctimas de la dictadura, toda vez que de una u otra manera tal actitud da a entender un ánimo de compensación entre cuestiones que no es admisible confundir: las muertes, desapariciones y torturas, por una parte, y la malversación de fondos públicos, evasión tributaria y falsificación de documentos, lo que el hombre de la calle denomina genéricamente “robo”, por otra.

También me parece una torpeza que, con todo lo que se ha cuestionado su gestión, Cerda viaje fuera del país a recibir un premio de 80 millones, por sus aportes a la causa de los derechos humanos. Manifiestamente tiende a intensificar la confusión a que hice referencia anteriormente. Ahora ¿alguno de ustedes rechazaría un premio de 80 palos por cuestiones de imagen? Yo no, pero acto seguido me retiro para evitar malos entendidos, considerando que la tramitación de la causa por los delitos señalados sigue su curso.

¿Qué se puede decir de los procesados, actualmente en libertad? Es imprescindible distinguir. En ciertos casos, a mi juicio, el procesamiento fue un desacierto, primero por una cuestión de garantías: el procedimiento se sigue conforme a las normas del antiguo Código de Procedimiento Penal, conforme al cual cada uno de los imputados debió ser escuchado en su calidad de tal, no como testigo, (Art. 274 C. de P.P. “...una vez que el juez haya interrogado al inculpado...”) También porque, en general buena parte de la doctrina penal ha sostenido que la malversación de fondos públicos es un delito de sujeto activo especial, (funcionario público) por lo cual los particulares integrantes del “Clan Pinochet” difícilmente podrían cometer tal delito.

Ahora, ¿“robaron o no robaron”? Mi impresión personal es que sostener la inocencia de todos es tan arriesgado como afirmar cual Mónica Madariaga “de los imbéciles que están ahí adentro el único inocente es mi hermano”. Parece a estas alturas incuestionable que al menos 20 millones de dólares, de todos los chilenos, terminaron en cuentas cuyos titulares forman parte del Clan. ¿qué responsabilidad tienen por ello los diversos procesados? Como lo afirmé en el comentario anterior, la responsabilidad penal es individual, difícilmente resulten todos absueltos. Aparentemente algunos como Óscar Aitken, quien habría sido el encargado de abrir las cuentas y de hacer circular el dinero, mi ex profesor Ambrosio Rodríguez, quien estuvo a cargo del “lavado” de ese dinero a gestionando la compra de propiedades, están bastante más metidos en el cuento que la hija menor de Pinocho que, al menos aparentemente, no sabe ni donde está parada. Todo poco claro, esa es la gran falencia de la resolución de Cerda, emplear demasiadas veces giros como “hay presunciones fundadas en el sentido que a esas personas que son parientes de Augusto José Ramón Pinochet Ugarte, que en paz descanse, han debido participar en ese delito” sin fundar claramente en qué consisten esas presunciones, paso por paso, más allá de la mera descripción de la circulación del dinero.

Quién lo diría, ni siquiera una vez “muerta la perra se acabó la leva”, como el mismo Pinochet lo dijo el día del golpe. A estas alturas para muchos de nosotros es cansador escuchar su apellido nuevamente en los medios, considerando que el dinero difícilmente se pueda recuperar. Rescato las sabias palabras de Rafael Urriola “la resolución de Cerda no cambiará un ápice la vida de los Chilenos”.

Pero al parecer tenemos Pinochet aún para rato.



    Roberto.