11 de abril de 2013

EDUCACIÓN DE CALIDAD CONTRA EL POPULISMO PENAL



 Hoy, para la mayoría de los seres humanos en nuestro país la preferente, sino única, solución frente a los conflictos de toda naturaleza es identificar un culpable –o de preferencia muchos- y castigarlo privándolo de su libertad, teniendo expectativas de que aplicando de manera masiva esa lógica disminuirán los atentados contra la vida, la libertad e indemnidad sexual, la salud individual y colectiva, la propiedad (seamos claros, principalmente la propiedad) la probidad de la función pública, etc. y lo anterior, (esto para mi es lo más grosero) sin atender a la falta de ratificación histórica y confirmación científica de tales postulados y (me retracto, lo peor es esto) a la nitidez de la experiencia que nos indica todo lo contrario. 

 No hablamos de prevención general ni especial, ni en los colegios, ni en la prensa (en algunos casos ni siquiera con suficiente atención en las clases de Derecho Penal) No se han generado debates amplios reflexivos con la debida difusión sobre la débil justificación de la cárcel, sus alternativas, consecuencias y, sobre todo, sobre la duración de las penas privativas de libertad en función de la afectación a los objetos de protección. Sólo se rasgan vestiduras porque la “cana” no se aplica, porque las penas son demasiado bajas, porque no se usa la prisión preventiva como castigo anticipado, en fin. Seamos sinceros, lo que las masas quieren no es solucionar conflictos ni prevenirlos: es canalizar la violencia estatal hacia “los delincuentes” sin siquiera armarse de la perfecta lógica kantiana que así lo plantea para defender la idea de retribución pura y dura. No queremos terminar con los robos, queremos ver ladrones sufriendo en la cárcel. No queremos seriamente terminar con las violaciones u otros atentados sexuales, queremos ver a los delincuentes sexuales abusados por otros presos dentro de los recintos carcelarios (¡Sin duda ese sería el "reality show" que todos querrían ver!)

 A mi juicio, el problema de fondo precisamente es la escasa formación en los colegios sobre respeto al otro, falta de educación cívica y sobre la estructura política de nuestro país. Eso lo constato cuando al hablar del principio de intervención mínima del Derecho Penal, los alumnos de derecho reaccionan como si planteara la más absurda de las injusticias. Cuando en las encuestas las personas consultadas sobre un trance complejo y por mayoría abrumadora afirman que es mejor condenar a un inocente que absolver a un culpable. 

 Hemos llegado a este momento coleccionado leyes como la de “Estados Antisociales” la “Ley Antiterrorista”, todo el “Derecho Penal del Enemigo” disgregado, por ejemplo, en la ley 20.000 y una serie de leyes –como hoy está de moda- con nombre de pila o apellido. Y –mientras tanto en su living- el discurso del padre frente al hijo que se le acerca para contarle que es objeto de bullying, tiende a ser: “defiéndete, golpéalo primero y más fuerte” No creo que nada cambie positivamente mientras nuestra sociedad no sea más integrada. Mientras los ricos reaccionen de manera agresiva al escuchar la manera de hablar de los pobres y viceversa. Mientras exista violencia de género y no se respete a las minorías por convicción y no por obligación. Pero si hay un lugar por el cual sería estratégico comenzar, es la sala de clases, con una exposición simple pero impactante de un diagnóstico claro. Educación para ser un ciudadano informado. Gratuita, de calidad y orientada a una convivencia sana, para todos. 

Para que, por lo menos, cada vez que comience una audiencia en el centro de justicia no se acerque una víctima al fiscal a preguntarle ¿Usted es mi abogado? 


 Roberto