10 de julio de 2013

EL ABORTO EN LOS TIEMPOS DEL TWITTER.




Habitualmente cuando ocurren desgracias que afectan a la vida, salud o propiedad de las personas en nuestro país, escuchamos el clamor popular, canalizado a través de diversos medios, (entre los cuales las redes sociales van cobrando creciente protagonismo) reclamando el enjaulamiento de los culpables. Lo ocurrido a Belén, la menor de once años embarazada como consecuencia de mantener relaciones sexuales con su padrastro, quién resulta evidentemente culpable del delito denominado doctrinariamente “violación impropia” previsto y sancionado en el artículo 362 del Código Penal,  ha dado lugar a un escenario diferente, en que más que centrarse en el reclamo de castigo al culpable (el cual aparentemente se asume como realizado, encontrándose el imputado en prisión preventiva)  las voces se han alzado reclamando una legislación penal de excepción que se haga cargo se situaciones como esta.

Lo anterior a mi juicio es un error por diversas razones. La primera de ellas es en mi opinión la más importante, consistente en asumir que la prioridad es modificar la legislación penal vigente. Muy rara vez la solución a los problemas de convivencia (sana o insana) se encuentra en los códigos punitivos  y habitualmente es el primer recurso al que se echa mano. Centrémonos en el caso de excepción que nos convoca: La legislación penal actual supone que a la joven no se le podría sancionar por causar su aborto (evidente, es penalmente inimputable por ser menor de catorce años) y quienes lo causaran o participaran en él (si ella o sus parientes directos así lo solicitaran, cuestión que ya nos saca de la situación excepcional que se nos presenta) en general estarían exentos de responsabilidad penal sea por cuestiones de falta de antijuridicidad o de culpabilidad. Si se argumentara que la conducta es penalmente reprochable de todos modos, las salidas alternativas, o beneficios alternativos al cumplimiento de penas privativas de libertad que en este caso, dada situación, serían de una extensión mínima, terminarían, insisto, sólo si somos bastante talibanes con la apreciación de la estructura del delito, con castigos meramente simbólicos. Terminamos, en definitiva, perdidos en una marañana de árboles que no nos dejan ver el bosque.

Creo que el segundo gran error en que se está incurriendo es pretender que sea prioridad que la legislación penal se haga cargo de una situación excepcional excepcionalísima. Cada vez que así se ha hecho se han incorporado fragmentos inconexos e ilógicos de normativa que resultan siendo absolutamente asistemáticos.

En definitiva lo que NO se está haciendo es hacerse cargo del problema normativo de mayor alcance y relevancia. Imagine que simplemente el Código Penal no sancionara el aborto. Si Belén optara por él ¿existe un logar seguro donde pudiese practicarlo? ¿Profesionales idóneos? 

Usted, que defiende la vida del que está por nacer desde la concepción  (Así como Usted que plantea que abortar es un derecho de la mujer, mientras se trate de su cuerpo, y que en este caso lleva las de perder con la institucionalidad vigente) No permita que el debate los lleve al moribundo Código que SÍ merece una muerte digna siendo remplazado por uno coherente y digno de la sociedad moderna que somos. Lleven el debate donde corresponde, a las grandes definiciones, a la Constitución, a las políticas públicas, a la normativa sanitaria.

Sólo cuando estemos de acuerdo sobre, ello, o estando en desacuerdo hayamos consagrado una normativa coherente sobre nuestras obligaciones y derechos,  vamos a la legislación, que supone ser siempre la última razón, sobre quién es encarcelado y quién no, por no acatar lo establecido en tales grandes definiciones.

Mientras, discutamos en serio, no sobre la excepción, no sobre el conmovedor caso que no debería ser el fundamento central de una política pública legítima y eficiente, sino sobre serios cuestionamientos a nuestro estatus cultural, convivencia, educación y atención a los más débiles.



Roberto Rabi



PS. Les dejo, por otra parte, un cuento que escribí en otra oportunidad, inspirado en un debate arduo, pero necesario. Insisto, ficción pura.