26 de junio de 2015

Consecuencia 2015


Intento buscar el hilo conductor de ciertos problemas  que ya no me parecen  tan colectivos como míos: pese a que soy un tipo optimista, de los que siempre ve el vaso medio lleno, la sociedad en que vivo me está decepcionando una y otra vez. No porque tenga muchas expectativas, sino porque siento que la falta de consecuencia está llegando a niveles inaceptables. Me quiero centrar en ese, que era nuestro debate principal hace mucho tiempo con el coautor de este blog: la consecuencia.

¿Quién defiende hoy el modelo neoliberal aparentemente exitoso de nuestro país tal como está? Muchos, pero sin mucha convicción. ¿Quiénes quieren algún cambio? Practicamente todos,  en alguna medida,  pero no de la manera que les resulte más atractiva la forma y el fondo, sino de aquella manera que resulte más popular. La imagen del caballero idealista que lucha contra los dragones ha llegado para quedarse.  Todos pretenden ser caballeros y el dragón es todo aquello que no queremos. Se trata la lógica de la guerra que impuso Estados Unidos tras convertirse en su especialidad. No queremos solucionar problemas, queremos pelear y derrotar a los responsables para llegar a la mejor parte: castigarlos.  Y por supuesto que no estamos dispuestos a mantener razonablemente tal discurso frente a todos y en todos los escenarios.

En ese contexto, el fútbol ha puesto en la palestra varias situaciones en que nos llevan a debatir cuestiones bastante delicadas sobre valores. A mi juicio la característica central de estas discusiones es la confusión y caricaturización de los problemas, mientras seguimos cada vez con más convicción tal discurso del enemigo; un discurso supone un sentimiento de pertenencia que me parece manifiesto, pero espeluznante. Suponga  Usted que en el próximo partido, contra Perú, los del Rímac ganan, en un partido con errores arbitrales a su favor, ¿hemos alcanzado los chilenos un grado mínimo de madurez como como para no salir a quemar los restaurantes, bienes y personas de nuestros hermanos peruanos? Es fácil defender o minimizar ahora el dedo en el culo de Jara, pero ¿realmente Usted mantendría su razonamiento si fuera uruguayo? No me diga, no le creo: consecuencia vs. el discurso del enemigo.

El comportamiento de Arturo Vidal nos hizo profundizar la polémica sobre las consecuencias de los actos humanos. Los debates más superficiales no han pasado de precisar si se apoya o no al “8” de la selección nacional. Escuché y leí frivolidades tan impactantes como “yo perdono a Arturo Vidal”, como si en un caso en que el interés social y particular comprometido es tan circunscrito, el perdón de un ciudadano "x" pudiese tener relevancia. Distinguir la cuestión penal, de la moral, de la futbolística, es lo razonable.  Policial y Penalmente el procedimiento fue impecable y ha mostrado a Chile y el mundo que somos capaces de tratar a todos por igual, independientemente de la fama y el poder del imputado (ni mejor ni peor). El gran problema fue la permanencia de Vidal en la selección.  Muchos no estuvieron de acuerdo, considerando que no se podía avalar la conducta de Vidal. Mi mentor intelectual -Carlos Peña- cuestionó tal permanencia,  motivada por expectativas de éxito deportivo, planteando incisivamente una cuestión de consecuencia: "¿Qué principio ético puede ser ese que frente a una consecuencia adversa se le retira?"  En parte tiene razón. No puedo desconocer que nuestros actos obedecen a modelos éticos, pero sí recordar que también es razonable emplear un criterio de ponderación. Si Ud. Busca ser consecuente (de vuelta) con esa lógica y afirma que no puede dejar de castigarse a Vidal, por ejemplo como se castigó a Charles Aránguiz, ¿sería tan consecuente como para castigar a un hijo, como castigó anteriormente a otro, con la prohibición de salir a la calle, si buscan al reciente mal portado para premiarlo en la vía pública con el pago adelantado de sus estudios universitarios? ¿Sí? ¿Y si la casa se está incendiando? ¿También? Pues bien, Sampaoli y la ANFP no son mucho más que un padre de familia en estas circunstancias y no tienen ni el rol ni el deber de dar señales para motivar el apego a las normas de todos los chilenos. Una sociedad en forma no exige (como por ejemplo afirma Tomás González) un estándar ético superior para los deportistas.

Ahora, de vuelta con la consecuencia, el fin que motivó la continuidad del Rey Arturo es un éxito deportivo probable, que me pareció muy bueno como razón en su momento, dada su entidad. Pero cada segundo que pasa me parece más desproporcionado el valor que se le da.

¿Qué sociedad hemos construido en que ganarle a otro resulte  ser una cuestión tan endiabladamente vital? La lógica del enemigo impera.

Mi manera de ver el fútbol es bastante ingenua. Es un juego, y los juegos nos entretienen, nos unen, logran que mejoremos nuestro estado físico y concentración y muchas veces nos invitan, como en el caso del fútbol y el rugby, a respetar más que reglas, un sinnúmero de valores.

Ese será mi discurso si no ganamos la Copa y espero ser consecuente.


Roberto Rabi
@rabigonz

PS. Para conversar de estos y otros temas sobre fútbol, literatura y sociedad, los esperamos el 1 de julio a las 19:00 en la Biblioteca Municipal de Santiago:

http://www.biblioredes.cl/bibliotecas/4141/noticias/48794