26 de noviembre de 2016

Adiós, Fidel Alejandro Castro Ruz


Es difícil opinar con legitimidad sobre un evento histórico tan especial como la muerte de Fidel Castro. Sin embargo no puedo evitar aludir un cartel que abundaba en las calles de La Habana cuando visité la Isla en 2006: “Hoy en el mundo millones de niños se han ido a dormir con hambre. Ninguno de ellos es cubano”. Creo que es una postal que representa lo que significó Fidel: la búsqueda de una sociedad digna, igualitaria, centrada en lo esencial del desarrollo material de un pueblo; pero que jamás tuvo algún reparo en los medios que emplearía para alcanzar aquel sueño. Partiendo por suprimir toda libertad de prensa y restringirla a lo que aquel cartel representa; un conjunto de eslóganes situados en la prensa estatal, los medios de comunicación oficiales y la publicidad del partido; sin espacio para voces discordantes.

No me cabe duda que todos los que tuvimos la oportunidad de visitar la Cuba de Fidel intentamos conversar con sus habitantes, para conocer versiones de primera fuente sobre lo que vivían. Muchos me han contado que les pasó lo mismo que a mí: encontraron opiniones poco radicales y, en general, bastante respaldo a Fidel Castro y su Revolución. Sin embargo, el solo hecho que los muchachos cubanos estuvieran dispuestos a dar un ojo por unas zapatillas Nike, siempre pareció un argumento muy poderoso en contra de su régimen. La falta de las comodidades y banalidades propias de sociedades como la americana también. Para mí esos son detalles si un grupo humano es integrado y feliz.

¿Lo eran? ¿Lo son? Tengo mis dudas.

Un muchacho me mostró con orgullo el “Callejón de Hamel”, luego un colegio con los niños felices en su humildad y deseosos de aprender. Puede sentarme un par de minutos en una clase de geometría. Me mostró también tiendas de frutas, verduras, habanos y una farmacia como “La Botica” Salcobrand, pero realmente impresionante; exudaba lo que podríamos llamar “mística”. Sin embargo luego me llevó a su casa, modesta pero aparentemente alegre, y me enfrentó a un óleo de una niña bellísima de ojos violeta, de no más de doce años. Primero me preguntó si me gustaba el cuadro. Luego, cuando le dije que sí, me preguntó si quería “estar con ella” por un par de pesos convertibles. Despertaron a la niña, idéntica a la del cuadro, mientras yo trataba de irme de aquel lugar. En pijamas, despeinada y sin dejar de poner sus manos en la cara la obligaron a presentarse. Creo que ha sido uno de los momentos más impactantes de mi vida. Me constó salir por la insistencia de quién ya creía mi amigo y su grupo familiar. Su madre, sus hermanas. Evidentemente se mostraron decepcionados por mi rechazo. Desorientado volví como puede al Hotel. Sabía que el comercio sexual era un problema social importante y que por eso era severamente penado. Pero jamás creí que me vería en una situación así.
 
Cuba es una sociedad sin mucha variedad en la producción económica y el resto del mundo no le ha hecho fácil la supervivencia. A pesar de la adversidad, es una sociedad tranquila, pacífica. Pero con pena de muerte. Muchas veces empleada como instrumento político. ¿Qué puede decir un timorato chileno convencido de las virtudes de la democracia y el respeto de los Derechos Humanos frente a eso? Poco, insisto, un par de semanas en La Habana y la lectura de biografías de todos los amigos barbones de Fidel, las películas de Steven Soderbergh sobe el Ché, los “Diarios de Motocicleta”, las letras de Leandro Padura,  Ernesto Cardenal y el blog de la Yoanny Sánchez no son suficientes.Usted escuchará de todo en estos días. Espere escuchar aún más para formarse una opinión.


Si existe un personaje complejo, pero inevitable, determinante en un paraje especialmente arduo de la historia de Cuba y del Mundo, ese es Fidel.

Roberto
@rabigonz