Un tema recurrente de candentes debates en los que he participado son precisamente los cuestionamientos al humor. Debe ser por que los he buscado, los he generado, promovido. Porque me molesta la visión predominante.
Me amparo en un par de supuestos, que sería extenso exponer con mayor latitud, pero que en general son asumidos por quienes se ubican en la trinchera opuesta. El principal es que el humor es sano, en sí. En su libro "Humor y Salud", el Dr. Raymond Moody no sólo sostiene que el humor posee un importante poder curativo, sino que formula propuestas concretas para la incorporación de actividades que incluyen este tipo de terapia en instituciones de salud.
Ahora ¿de qué nos reímos? De muchas cosas. Lo más habitual es reírse de la exageración, del absurdo, de excentricidades, desórdenes lingüísticos y mucho más. Tales situaciones las encontramos en todo nuestro diario vivir. ¿Cuándo comienzan los problemas? Cuando nos reímos del difunto o de su viuda en el funeral, cuando nos reímos del holocausto, de los detenidos desaparecidos, de los homosexuales, de la discriminación a la mujer (ver imágen), de los conflictos internacionales (el humor gráfico corresposndiente a nuestros problemas limítrofes recientes es de un negro azabache), de la sufriente víctima del hecho delictivo más funesto del día que es expuesta en los noticieros centrales de la TV, etc. ¿Por qué? No lo sé, supongo que alguna norma consuetudinaria que desconozco nos lo prohíbe, presumo, fundada en el respeto de los derechos y la dignidad de las personas objeto de tales bromas.
Pues bien, algunos eufemísticamente han planteado una distinción bastante exótica entre reírse "con ellos" y reírse "de ellos". A mi juicio no es más que una excusa lógicamente mal elaborada, generada por un normal sentimiento de culpa. Por que en ningún caso afirmo que reírse de la desgracia o de quienes la han sufrido es un deber. Pero considero enfermizo cuestionar enconadamente a quienes nos reímos con soltura y fluidez de tales situaciones. Al reírnos conseguimos, además de mejorar nuestra salud como exponía al principio, hacer que situaciones trágicas presten utilidad práctica, esa es la virtud única del humor negro.
Obviamente, propongo la delicadeza de no reírse en la cara de las personas, práctica que considero sana a todo evento, no sólo aplicable al humor cruel, en atención a las circunstancias específicas de cada evento; lo que es de sentido común: si te vas a reír de la viuda en el funeral, hazlo donde no te vean. Así no se afecta ni los derechos ni la dignidad y ni siquiera la tranquilidad espiritual de las víctimas y las llamo "víctimas" por su padecimiento principal, no porque las considere objeto de un tortuoso padecimiento del cual somos causantes.
Finalmente, el correlato necesario de una posición como la que sostengo es no proponerse uno mismo como "la excepción que confirma la regla" reírse de si mismo en las situaciones más adversas es una práctica del todo noble, así que ya lo saben: Si se quieren reír de buena gana, ¡vayan a mi funeral!
Ahora espero sus procaces insultos, para mofarme de su pésimo sentido del humor...
Roberto
Solamente voy a elaborar un comentario corto, ya que estoy de acuerdo contigo y debo señalar que el tema me parece sumamente importante, por lo menos como marco para este blog.
Creo que es tremendamente incómodo tener la epidermis fina respecto del tema del humor. Mi máxima es reirme de todo, obviamente incluyéndome. Entiendo que Chile es un país sumamente prejuicioso y discriminativo, pero creo que ponerse grave respecto del tema del humor negro no ayuda realmente a la integración o a la valoración del otro con sus diferencias, de hecho pienso que justamente la práctica en círculos privados de esta veta, coopera en el sentido de tomar ciertos aspectos de lavida con menos gravedad de la que realmente amerita. Por tanto coincido contigo en el punto de que hay que tener cuidado de exteriorizar sin cuidado bromas a personas sensibles o en momentos inoportunos en los que al final el receptor de la broma no va a sentirse parte del juego.
Seamos sinceros, en este país, una gran mayoría de los defensores de la no discriminación e integración mal llevada, casi draconiana, rien de buena gana con los Simpson, quienes se burlan descaradamente tanto de su sociedad y de sus pilares tradicionales más defendidos, como a su vez de las minorías y desgracias de los seres humanos. De ahí que me parece cínica la manera en que por ejemplo Condorito ha llevado a cambiar personajes en razón de esa bandera de lucha (Don jacobo por Máximo Tacaño, o la desaparición del Cortadito).
Propongo una lista de palabras censuradas solapadamente en este ámbito: Teletón, pedofilia, homosexual, DD.HH., etc. Si alguien quiere reirse de ellas incorporo la palabra Freddy.
Freddy