Casi parece de locos no comentar el tema de la canonización de Alberto Hurtado (quien debo reconocer me inspira un profundo respeto) cuya fiebre popular me descoloca, tanto por la presunción que me significa la divinización que realizamos de nuestros congéneres o esta suerte de “teología del asistencialismo” que siento tiene un matiz reproductivo de las desigualdades sociales que se predica a diestra y siniestra tomando como base el pensamiento del “nuevo santo”. Así todo, lo que creo que pasa a un peligroso segundo plano es lo vivido el día miércoles en el debate televisado.
No voy a profundizar respecto del desempeño de los candidatos de derecha, (que ojo, siento que cumplieron dentro de las expectativas que se podían tener de ellos, no muy elevadas por cierto) sino más bien en los dos restantes. En el caso de Bachelet terminé de decepcionarme días antes al presentar su programa de gobierno, el cual está bien estructurado, financiado, pero absolutamente carente de sustrato onírico. A pesar del estrés, ya crónico, de nuestro presidente y la absoluta ineficiencia del cumplimiento de su slogan “crecer con igualdad” (justamente nuestro talón de Aquiles) volvería a votar por él si nuevamente prometiera dicho mejoramiento de nuestra condición de país. Por favor, que se entienda, no me gusta el populismo, adoro la capacidad que tienen los pueblos, las sociedades de soñar, incluso Max Weber lo señala: “en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”, por el contrario ¿qué recibo de la coalición gobernante?: solo arrogancia. Michelle señala “es fácil hacer un programa cuando se sabe que no se va a ser gobierno” o sea “como sabemos que vamos a ser gobierno hacemos el programa a la medida de eso”, ¿qué está pasando?, en nuestra cara nos señalan que no sacamos nada con soñar porque la elección ya está decidida. Lagos Weber (otro ) señaló este domingo que Hirch es simpático pero que se porta a la medida de lo que es “un 3% que no tiene ninguna posibilidad de ganar”. La soberbia francamente me ofende. Frases como las anteriores me alejan cada vez más de un proyecto que siempre lo sentí mío. ¿Sabes? Hice lo posible por alejarme de las críticas a la persona de Bachelet, de su presunta incapacidad como política cuyo éxito esta basado solamente en su simpatía y cercanía a la gente, etc. siempre he estado sobre esas consideraciones porque voto por ideas, por una visión de país y lo que ofrece la candidata dista mucho de lo que aspiro, su pragmatismo o “realismo, no me satisface, su postura en el debate terminó por convencerme. Finalmente me decidí, nuevamente voy a votar por un proyecto que para mi es el Juntos Podemos Más, siento que llegó el momento de tratar de fracturar el sistema binominal, llegó el momento de volver a soñar un país mejor, llegó el tiempo de enrostrar que podemos ser una sociedad mas participativa que no va a permitir que nuevamente la derecha asuma el poder integro del país ni que la concertación se transforme en un conglomerado reproductivo, anquilosante y soberbio.
Lo segundo que tengo claro es que ni loco anulo el voto.
Freddy
Concertacionista en carbonita.
Creo que más allá de la carencia de sueños, la Concertación, o más bien los políticos que la integran, perdieron la intención de construir un país mejor, después de 15 años de gobierno, como si en sus dedos tuvieran el anillo que narra Tolkien, sólo les interesa conservar la dirección de nuestros destinos. No me sorprende, creo que es la natural tendencia de todos los que han tenido acceso al poder. Es normal, pero peligroso. Tenemos el ejemplo del PRI en México: cuando un sector se acostumbra a gozar de la testera, pierde la noción de su rol esencial. Siempre he pensado que la persona de un candidato es en definitiva poco trascendente, lo que realmente importa es el grupo que hay detrás. En este caso me parece particularmente claro, si Bachelet es la candidata, no es porque sea la figura más talentosa de la Concertación y ni siquiera de su partido; lo es porque es la más atractiva a los ojos del electorado y a la hora de una elección es lo que más importa, porque, insisto, después el gobierno quedará en manos de un grupo no pequeño de rostros ocultos tras el poder. Eso me parece operativo y correcto. Lo que no me complace es el enfoque que se nos presenta: La Concertación nos ofrece, no realismo, el cual a mi no me desagrada para nada, sino falta de ambición, no falta de ganas de soñar lo inalcanzable, sino falta de voluntad política para practicar cambios radicales pero no traumáticos y muy coherentes con lo que en un principio fue la lógica de la Concertación.
"Juntos Podemos" nos presenta una oferta distinta y fresca, radical para nuestros tiempos, pero que hace cuatro décadas se hubiera entendido como un conjunto de tímidos paños fríos a la cara de un enfermo terminal. Buena parte de sus propuestas me cautivan, salvo la orientación internacional: la integración preferente con Latinoamérica. Si nos vamos a integrar al mundo, hagámoslo en serio y con todos, rechazando lo que no nos gusta de cada país. Pero, como ya lo dije en su oportunidad, considero que un pasado común de vecindad no es justificación para priorizar lazos comerciales y políticos. El resto del programa, en general te podría decir que me entusiasma. Pero mientras no pasen del 10% del electorado, las energías deberían concentrarse en ganar credibilidad y desarrollar un proyecto a mediado y largo plazo, para que alguna vez disfrutemos de opciones interesantes para concretar una saludable alternancia en el poder.
A la derecha no le creo. Se cansaron de mentir durante la dictadura y de hacerse los desentendidos cuando el "Tata" cayó en desgracia. Sus candidatos me parecen desesperados por ganar la presidencia como un fin en sí. Por eso, pese a que han hecho buenas campañas y han dado a conocer con claridad y entusiasmo principios y soluciones a problemas endémicos, no pueden negar lo que son: neoliberales y estancados moralmente. Eso es lo que busca legítimamente cierta parte de nuestro electorado en todo caso. No creo que decir "todos saben que pertenezco a un movimiento religioso" sea lo suficientemente explícito.
En este marco, las decisiones son difíciles, concuerdo contigo en que lo peor es anular el voto, de hecho no lo considero una expresión de intenciones sino que una tontera. Siempre se puede optar por el mal menor y tal decisión se traduce en consecuencias prácticas más interesantes que la pataleta.
Por ahora nada nuevo bajo el sol, lo que no quiere decir que la situación necesariamente continúe así. Es más, me ilusiona pensar que con un par de movimientos audaces en el tablero de ajedrez, la próxima vez si haya algo en juego.
Roberto