Es cierto, existen muchas maneras de ser revolucionario, pero observemos la más tradicional. ¿Por qué la opción por la capucha y la molotov es aún atractiva para algunos que ni siquiera son tan jóvenes? Si en realidad pensaran que son capaces de lograr la adhesión masiva del pueblo, creo que muchos los verían con otros ojos. Si en realidad fuera posible cambiar la realidad, creo que hasta yo sería revolucionario. Pero en nuestro contexto histórico derechamente no es posible. Y creo que los encapuchados lo tendrán claro incluso el “día del joven combatiente”. Mientras no exista un cambio en la propiedad de los medios de comunicación en Chile y un cambio en el gobierno de los Estados Unidos, a mi juicio los dos factores decisivos del panorama actual, todos los vidrios y letreros rotos, todos los daños a los Mc Donalds, todas las fogatas, a mi juicio, sólo cumplen una función menor: tranquilizar las conciencias de quienes sencillamente no aceptan que vivimos en una sociedad dominada arbitrariamente por los dueños del dinero. Una función menor, creo, pero si estamos dispuestos a tolerar los abusos de poder de los empresarios, del gobierno, de los bancos, ¿Será tan urgente reprimir severamente a los combatientes de nuestros días?
Un cambio de gobierno en Chile, podría tener muchos efectos positivos, sea que los nuevos gobernantes pertenezcan a la derecha o a la verdadera izquierda. Pero definitivamente no arreglaría el problema de fondo. Y mientras no tengamos por lo menos alguna idea de cómo atacar seriamente el problema de fondo, los románticos revolucionarios son útiles sólo a la tranquilidad de su propio sueño.
Conozco a alguien que no está para nada de acuerdo con lo que expreso. Pero hace mucho tiempo dejó de escribir en este blog.
Roberto.