No. No me vengan con cuentos, a los pacos gay los echaron por homosexuales (la versión según la cual en tal institución no se discrimina en función de la orientación sexual, derechamente no es creíble) y no a todos les parece una segregación aberrante. Es más, he visto algunas encuestas, (en las que para votar no hay que dar la cara) en que cerca del cuarenta por ciento de los consultados está de acuerdo con tal decisión, así, tal cual: fuera por fletos.
Bastante lógica me parece la argumentación de Roberto Gaete: “¿Cómo no esperar abusos y discriminación por parte de las fuerzas policíacas si hasta entre ellos mismos practican la intolerancia?” Sin embargo me parece que no todos compartimos tales ideales. ¿Por qué muchos pretenden otra cosa entonces? ¿Por qué pretendemos ser una sociedad abierta a todas las alternativas sexuales de sus integrantes? Una cosa son los chistes de diversos calibres y calidades y otra cosa nuestra posición en serio. Los que tienen hijos ¿aceptarían con la misma sonrisa cualquier opción sexual de sus hijos? ¿Se sentirá nuestra población, aterrorizada por la acción incontenible de la delincuencia, igualmente segura con los cuarteles abiertos a todas las alternativas sexuales? Precisamente uno de los argumentos que se supone fuerte a la hora de cuestionar la posibilidad de ordenar la legislación sobre matrimonio civil eliminando la referencia del artículo 102 del Código Civil a “un hombre y una mujer”, es que la homosexualidad es entendida aún como una anomalía, cuando no como una perversión. Por lo mismo, los detractores del matrimonio gay argumentan que éste incentiva, a través del ejemplo, tal opción sexual. Estimados, si no queremos matrimonio gay, por la posibilidad de que los niños sean homosexuales o lesbianas, es que no queremos homosexuales o lesbianas. En su versión menos radical: si no queremos que nuestros hijos sean gays porque asumimos que su vida será un infierno por tal elección, o condición si se quiere, eso significa que, o no estamos dispuestos a dar la pelea por una sociedad verdaderamente abierta y tolerante o que nos gusta tal como está.
Por otra parte la cuestión me parece tremendamente complicada considerando que aproximadamente el 70% de los chilenos se dice católico, y el discurso oficial, muy seria y prolíficamente fundado de tal religión (recuerden que por muchos años, a cargo de la Congregación para la Doctrina de la Fe, estuvo el Cardenal Ratzinger, actual Papa) es de rechazo a la homosexualidad.
Creo que finalmente llegará el día en que el peso de los argumentos de los gays, el esfuerzo de sus líderes y su trabajo disciplinado y firme termine por prevalecer y consigan un tratamiento, a lo menos digno.
Pero por otra parte soy pesimista: Apuesto a que jamás los chilenos serán sufientemente honestos manifestando realmente lo que piensan y sienten, si no es políticamente correcto.
Roberto.