Hoy, es viernes santo para la iglesia católica; se conmemora el día que Jesús fue torturado y crucificado. Curiosamente en nuestra sociedad mayoritariamente integrada por católicos mal informados, poco comprometidos y poco consecuentes, esta fecha se ha transformado en sinónimo de feriado, (no trabajar) películas religiosas, (algunas mejores que otras) y sobre todo, -más que en ayuno o evitar carnes rojas- el viernes santo implica interesantes almuerzos y cenas protagonizadas por los nunca bien ponderados pescados y mariscos.
El fundamento de este día de recogimiento lo encontremos en el cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que establece: "Ayuno y abstinencia cuando lo manda la Santa Madre Iglesia", a su vez, el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), en su número 2043, vincula el mandamiento en cuestión con la penitencia orientada a las fiestas litúrgicas como mecanismos para adquirir el dominio sobre nuestros instintos, y la libertad del corazón.
¿Parece esa relación razonable? A mi no me convence para nada, pero paraa seres más puros y espirituales, dignos de salvación eterna, podría tener algún sentido y ello es extremadamente respetable. Lo que resulta a lo menos curioso es constatar como lo que en principio obedecía la lógica de la penitencia, termina siendo nada más que un símbolo arbitrario ¿Qué hay de aquellos a los que no les gustan las carnes rojas? ¿dónde está la penitencia en tal caso? ¿Cómo llegó a masificarse a tal extremo la relación entre viernes santo y las delicias del mar?
En definitiva las sociedades cambian y la actitud de las diversas generaciones de cara a los hitos relevantes de cada tradición histórica también. No sólo en el ámbito religioso: algo similar ocurre con fiestas patrias, haloween, etc. Así la dramática desnaturalización en la forma de conmemorarlos es una expresión más de nuestra fragilidad esencial.
Constatarlo, a pesar de ser agnóstico, me da un poco de pena.
Roberto