Habitualmente cuando ocurren
desgracias que afectan a la vida, salud o propiedad de las personas en nuestro
país, escuchamos el clamor popular, canalizado a través de diversos medios,
(entre los cuales las redes sociales van cobrando creciente protagonismo)
reclamando el enjaulamiento de los culpables. Lo ocurrido a Belén, la menor
de once años embarazada como consecuencia de mantener relaciones sexuales con
su padrastro, quién resulta evidentemente culpable del delito denominado
doctrinariamente “violación impropia” previsto y sancionado en el artículo 362
del Código Penal, ha dado lugar a un
escenario diferente, en que más que centrarse en el reclamo de castigo al
culpable (el cual aparentemente se asume como realizado, encontrándose el
imputado en prisión preventiva) las
voces se han alzado reclamando una legislación penal de excepción que se haga
cargo se situaciones como esta.
Lo anterior a mi juicio es un
error por diversas razones. La primera de ellas es en mi opinión la más importante, consistente en asumir que la prioridad es modificar la legislación penal
vigente. Muy rara vez la solución a los problemas de convivencia (sana o
insana) se encuentra en los códigos punitivos y habitualmente es el primer recurso al que se echa mano. Centrémonos en el caso de excepción que nos convoca: La legislación
penal actual supone que a la joven no se le podría sancionar por causar su
aborto (evidente, es penalmente inimputable por ser menor de catorce años) y quienes lo causaran o participaran en él (si ella o sus parientes directos así
lo solicitaran, cuestión que ya nos saca de la situación excepcional que se nos
presenta) en general estarían exentos de responsabilidad penal sea por
cuestiones de falta de antijuridicidad o de culpabilidad. Si se argumentara que
la conducta es penalmente reprochable de todos modos, las salidas alternativas,
o beneficios alternativos al cumplimiento de penas privativas de libertad que
en este caso, dada situación, serían de una extensión mínima, terminarían,
insisto, sólo si somos bastante talibanes con la apreciación de la estructura
del delito, con castigos meramente simbólicos. Terminamos, en definitiva,
perdidos en una marañana de árboles que no nos dejan ver el bosque.
Creo que el segundo gran error en
que se está incurriendo es pretender que sea prioridad que la legislación
penal se haga cargo de una situación excepcional excepcionalísima. Cada vez que
así se ha hecho se han incorporado fragmentos inconexos e ilógicos de normativa
que resultan siendo absolutamente asistemáticos.
En definitiva lo que NO se está
haciendo es hacerse cargo del problema normativo de mayor alcance y relevancia. Imagine
que simplemente el Código Penal no sancionara el aborto. Si Belén optara
por él ¿existe un logar seguro donde pudiese practicarlo? ¿Profesionales idóneos?
Usted, que defiende la vida del que está por nacer desde la concepción (Así como Usted que plantea que abortar es un
derecho de la mujer, mientras se trate de su cuerpo, y que en este caso lleva
las de perder con la institucionalidad vigente) No permita que el debate los
lleve al moribundo Código que SÍ merece una muerte digna siendo remplazado por
uno coherente y digno de la sociedad moderna que somos. Lleven el debate donde
corresponde, a las grandes definiciones, a la Constitución, a las políticas públicas,
a la normativa sanitaria.
Sólo cuando estemos de acuerdo sobre,
ello, o estando en desacuerdo hayamos consagrado una normativa coherente sobre
nuestras obligaciones y derechos, vamos
a la legislación, que supone ser siempre la última razón, sobre quién es
encarcelado y quién no, por no acatar lo establecido en tales grandes definiciones.
Mientras, discutamos en serio, no
sobre la excepción, no sobre el conmovedor caso que no debería ser el
fundamento central de una política pública legítima y eficiente, sino sobre serios cuestionamientos a nuestro estatus cultural, convivencia, educación y atención a los más débiles.
Roberto Rabi
PS. Les dejo, por otra parte, un
cuento que escribí en otra oportunidad, inspirado en un debate arduo, pero
necesario. Insisto, ficción pura.