Intento buscar el hilo conductor de ciertos problemas que ya no me parecen tan colectivos como míos: pese a que soy un
tipo optimista, de los que siempre ve el vaso medio lleno, la sociedad en que
vivo me está decepcionando una y otra vez. No porque tenga muchas expectativas,
sino porque siento que la falta de consecuencia está llegando a niveles
inaceptables. Me quiero centrar en ese, que era nuestro debate principal hace
mucho tiempo con el coautor de este blog: la consecuencia.
¿Quién defiende hoy el modelo neoliberal aparentemente
exitoso de nuestro país tal como está? Muchos, pero sin mucha convicción.
¿Quiénes quieren algún cambio? Practicamente todos, en alguna medida, pero no de la manera que les resulte más
atractiva la forma y el fondo, sino de aquella manera que resulte más popular.
La imagen del caballero idealista que lucha contra los dragones ha llegado para
quedarse. Todos pretenden ser caballeros
y el dragón es todo aquello que no queremos. Se trata la lógica de la guerra
que impuso Estados Unidos tras convertirse en su especialidad. No queremos
solucionar problemas, queremos pelear y derrotar a los responsables para llegar
a la mejor parte: castigarlos. Y por
supuesto que no estamos dispuestos a mantener razonablemente tal discurso
frente a todos y en todos los escenarios.
En ese contexto, el fútbol ha puesto en la palestra varias
situaciones en que nos llevan a debatir cuestiones bastante delicadas sobre
valores. A mi juicio la característica central de estas discusiones es la
confusión y caricaturización de los problemas, mientras seguimos cada vez con más convicción tal discurso del enemigo; un discurso supone un sentimiento de pertenencia que me parece
manifiesto, pero espeluznante. Suponga
Usted que en el próximo partido, contra Perú, los del Rímac ganan, en un
partido con errores arbitrales a su
favor, ¿hemos alcanzado los chilenos un grado mínimo de madurez como como para
no salir a quemar los restaurantes, bienes y personas de nuestros hermanos
peruanos? Es fácil defender o minimizar ahora el dedo en el culo de Jara, pero
¿realmente Usted mantendría su razonamiento si fuera uruguayo? No me diga, no le creo: consecuencia vs. el discurso del enemigo.
El comportamiento de Arturo Vidal nos hizo profundizar la
polémica sobre las consecuencias de los actos humanos. Los debates más
superficiales no han pasado de precisar si se apoya o no al “8” de la selección
nacional. Escuché y leí frivolidades tan impactantes como “yo perdono a Arturo
Vidal”, como si en un caso en que el interés social y particular comprometido
es tan circunscrito, el perdón de un ciudadano "x" pudiese tener relevancia.
Distinguir la cuestión penal, de la moral, de la futbolística, es lo
razonable. Policial y Penalmente el
procedimiento fue impecable y ha mostrado a Chile y el mundo que somos
capaces de tratar a todos por igual, independientemente de la fama y el poder
del imputado (ni mejor ni peor). El gran problema fue la permanencia de Vidal
en la selección. Muchos no estuvieron de
acuerdo, considerando que no se podía avalar la conducta de Vidal. Mi mentor
intelectual -Carlos Peña- cuestionó tal permanencia, motivada por expectativas de éxito deportivo,
planteando incisivamente una cuestión de consecuencia: "¿Qué principio ético puede ser ese que frente a una consecuencia adversa se le retira?" En parte tiene razón. No puedo desconocer que
nuestros actos obedecen a modelos éticos, pero sí recordar que también es
razonable emplear un criterio de ponderación. Si Ud. Busca ser consecuente (de
vuelta) con esa lógica y afirma que no puede dejar de castigarse a Vidal, por
ejemplo como se castigó a Charles Aránguiz, ¿sería tan consecuente como para
castigar a un hijo, como castigó anteriormente a otro, con la prohibición de salir a la
calle, si buscan al reciente mal portado para premiarlo en la vía pública con el pago
adelantado de sus estudios universitarios? ¿Sí? ¿Y si la casa se está
incendiando? ¿También? Pues bien, Sampaoli y la ANFP no son mucho más que un
padre de familia en estas circunstancias y no tienen ni el rol ni el deber de
dar señales para motivar el apego a las normas de todos los chilenos. Una
sociedad en forma no exige (como por ejemplo afirma Tomás González) un estándar
ético superior para los deportistas.
Ahora, de vuelta con la consecuencia, el fin que motivó la
continuidad del Rey Arturo es un éxito deportivo probable, que me pareció muy
bueno como razón en su momento, dada su entidad. Pero cada segundo que pasa me
parece más desproporcionado el valor que se le da.
¿Qué sociedad hemos construido en que ganarle a otro
resulte ser una cuestión tan
endiabladamente vital? La lógica del enemigo impera.
Mi manera de ver el fútbol es bastante ingenua. Es un juego, y los juegos
nos entretienen, nos unen, logran que mejoremos nuestro estado físico y
concentración y muchas veces nos invitan, como en el caso del fútbol y el rugby, a respetar
más que reglas, un sinnúmero de valores.
Ese será mi discurso si no ganamos la Copa y espero ser
consecuente.
Roberto Rabi
@rabigonz
PS. Para conversar de estos y otros temas sobre fútbol, literatura y sociedad, los esperamos el 1 de julio a las 19:00 en la Biblioteca Municipal de Santiago:
http://www.biblioredes.cl/bibliotecas/4141/noticias/48794
@rabigonz
PS. Para conversar de estos y otros temas sobre fútbol, literatura y sociedad, los esperamos el 1 de julio a las 19:00 en la Biblioteca Municipal de Santiago:
http://www.biblioredes.cl/bibliotecas/4141/noticias/48794