17 de enero de 2012

Sobre Inés Pérez Concha y las Nanas de Chicureo.



La mayoría de los comentarios en la web, redes sociales y en las conversaciones de pasillo apuntan básicamente a dos cuestiones. Primero, la Inés Pérez Concha está bien rica. Sobre lo evidente no comentamos. En segundo lugar lo profundamente “discriminatoria” e “ignorante” que ella es.

Vamos por partes, los particulares pueden discriminar, aun arbitraria y groseramente, en su vida privada y es parte de la esencia de una sociedad libre y democrática que así sea. Así en mi casa tengo derecho a admitir a quien quiera, poniendo las condiciones que quiera y expresándolo de la manera que quiera. Así estoy pensando seriamente en decirle al conserje que le diga a todos los que lleguen con camisa “Polo” que ellos no entran a mi departamento. Con eso no quiero decir que tales planteamientos sean prudentes ni que estemos obligados a aplaudirlos, sino que existe un límite a las posibilidades de imposición de las políticas tendientes a evitar la discriminación y a promover la igualdad.

Sin embargo las relaciones laborales no son parte del área estrictamente privada. Tampoco es absolutamente claro que la convivencia en las áreas comunes de un condominio lo sea. Por lo mismo es más que sensato que en esos ámbitos existan normas que impidan discriminar de manera arbitraria. A Inés Pérez tal razonamiento le parece discutible y así lo ha expresado. ¿Tiene derecho a hacerlo? Obvio que sí. Pero la manera como lo ha hecho revela una posición sobre las relaciones sociales profundamente cruel y arraigada hasta el tuétano de la clase social dominante: “Ustedes son distintos y peores a nosotros. Peligrosos. Y por eso nos asustan y sólo nos acercaremos a ustedes bajo nuestras condiciones”

Entonces, con la misma lógica que defiendo a muerte, creo más que juicioso altamente conveniente no dejar pasar la oportunidad de manifestarlo, en todos los tonos: Quienes pensamos distinto y creemos fervientemente que las “nanas” no son seres de segunda clase, tampoco los obreros de la construcción, los trabajadores sexuales y ni siquiera los abogados, tenemos que ganar espacios para difundir esas ideas. Tenemos que expresarlo fuerte y claro. También las consecuencias que tales divisiones sociales traen a nuestra convivencia. Partiendo por la delincuencia que es el corolario de una sociedad segregada donde la frustración y la opulencia están una a un paso de la otra. Para, en definitiva, convencer a los tibios y a los indiferentes de cambiar el orden de las cosas.

Finalmente no puedo dejar de reconocer la osadía que tuvo, si bien puede ser sólo torpeza, al decir las cosas como realmente las piensa. El debate político nacional se ha hecho realmente inabordable con todos los actores simulando posturas políticamente correctas y ocultando sus intenciones e intereses de clase, que se expresan sólo a la hora de definir la letra chica de nuestras normas con el sentido y alcance en realidad pretenden.

Hacen falta más Pérez Concha que realmente digan lo que piensan como lo piensan. Para que así nos permitan mandarlos a la mierda y transparentar lo que realmente somos y queremos.


Roberto