18 de octubre de 2013

LA CULPA NO ES DEL MARRANO




Mi compadre,  colaborador medio retirado de este blog, se autodefine en su tarjeta de presentación como historiador y subversivo.  Enseña y estudia. Siempre dispuesto a ir a las discusiones de fondo. Participante POLÍTICO informado y honesto.

Una excepción.

El panorama de cara a las próximas elecciones es muy distinto y devastador si queremos sobre todo entender lo que está pasando y mejorar. Discutir sobre política hoy día -que los lugares comunes, los facilismos y los intereses personales o de clase corroen el modelo- es derechamente imposible. Estaremos todos de acuerdo en que, para vencer en una elección no se necesita representar ideas y principios coherentes y exponerlos honestamente. Menos aún formar parte de un grupo que sea capaz de llevarlos a la práctica. Se necesita ángel: ser capaz de generar sentimientos positivos en los electores. Así como vamos en las próximas presidenciales (de no haber asamblea constituyente, deberían ser el 2017) no tendremos nueve sino doce candidatos. Y todos independientes, ningún político sino sólo personajes carismáticos de la TV que reniegan de la política, del pasado reciente y remoto y pretenden vender (acá lo más asombroso) lo que el elector quiere.  “Lo que Usted señor que me está viendo necesita” Cualquier cosa, aquello con lo que consiga que Usted mueva el potito y vaya a votar el día de la elección.

Los partidos políticos han renunciado a una obligación moralmente ineludible que es ser fieles a sus marcos teóricos y valores y sostenerlos a sabiendas de que no todos van a comulgar con ellos. Peor aún, han formado alianzas en las que derechamente no existe afinidad posible de ideas básicas. Y lo más bajo: ponen a disposición de nuestro lápiz grafito en la sagrada cédula electoral no a los mejores sino a los más amorosos.

Y todos nosotros hemos renunciado a nuestro deber de informarnos en serio sobre lo que está en juego, que rol juega el Estado, las libertades, los derechos, los sistemas de gobierno y sus posibilidades, las políticas públicas y sus variantes, el PIB, el índice de Gini, las relaciones laborales, ¡en fin!

Dele una vuelta y reconozca que no sabe nada o sabe muy poco sobre la cara bonita por la que piensa votar. Asuma además que lo poco que de su candidato conoce, en realidad no se lo cree (por ejemplo, a seis o siete de los candidatos a Presidente de la República, pese a que lo afirman, Usted no les cree que ELLOS MISMOS estén convencidos de lo que hacen y que se encuentren en condiciones de ganar)

Le propongo que nos muramos de la risa con la franja electoral este año. Ya no hay nada que hacer.

Pero para la próxima, sería bueno que nos tomáramos un poco más en serio nuestro destino considerando que la culpa no es del chancho.




Roberto Rabi

10 de julio de 2013

EL ABORTO EN LOS TIEMPOS DEL TWITTER.




Habitualmente cuando ocurren desgracias que afectan a la vida, salud o propiedad de las personas en nuestro país, escuchamos el clamor popular, canalizado a través de diversos medios, (entre los cuales las redes sociales van cobrando creciente protagonismo) reclamando el enjaulamiento de los culpables. Lo ocurrido a Belén, la menor de once años embarazada como consecuencia de mantener relaciones sexuales con su padrastro, quién resulta evidentemente culpable del delito denominado doctrinariamente “violación impropia” previsto y sancionado en el artículo 362 del Código Penal,  ha dado lugar a un escenario diferente, en que más que centrarse en el reclamo de castigo al culpable (el cual aparentemente se asume como realizado, encontrándose el imputado en prisión preventiva)  las voces se han alzado reclamando una legislación penal de excepción que se haga cargo se situaciones como esta.

Lo anterior a mi juicio es un error por diversas razones. La primera de ellas es en mi opinión la más importante, consistente en asumir que la prioridad es modificar la legislación penal vigente. Muy rara vez la solución a los problemas de convivencia (sana o insana) se encuentra en los códigos punitivos  y habitualmente es el primer recurso al que se echa mano. Centrémonos en el caso de excepción que nos convoca: La legislación penal actual supone que a la joven no se le podría sancionar por causar su aborto (evidente, es penalmente inimputable por ser menor de catorce años) y quienes lo causaran o participaran en él (si ella o sus parientes directos así lo solicitaran, cuestión que ya nos saca de la situación excepcional que se nos presenta) en general estarían exentos de responsabilidad penal sea por cuestiones de falta de antijuridicidad o de culpabilidad. Si se argumentara que la conducta es penalmente reprochable de todos modos, las salidas alternativas, o beneficios alternativos al cumplimiento de penas privativas de libertad que en este caso, dada situación, serían de una extensión mínima, terminarían, insisto, sólo si somos bastante talibanes con la apreciación de la estructura del delito, con castigos meramente simbólicos. Terminamos, en definitiva, perdidos en una marañana de árboles que no nos dejan ver el bosque.

Creo que el segundo gran error en que se está incurriendo es pretender que sea prioridad que la legislación penal se haga cargo de una situación excepcional excepcionalísima. Cada vez que así se ha hecho se han incorporado fragmentos inconexos e ilógicos de normativa que resultan siendo absolutamente asistemáticos.

En definitiva lo que NO se está haciendo es hacerse cargo del problema normativo de mayor alcance y relevancia. Imagine que simplemente el Código Penal no sancionara el aborto. Si Belén optara por él ¿existe un logar seguro donde pudiese practicarlo? ¿Profesionales idóneos? 

Usted, que defiende la vida del que está por nacer desde la concepción  (Así como Usted que plantea que abortar es un derecho de la mujer, mientras se trate de su cuerpo, y que en este caso lleva las de perder con la institucionalidad vigente) No permita que el debate los lleve al moribundo Código que SÍ merece una muerte digna siendo remplazado por uno coherente y digno de la sociedad moderna que somos. Lleven el debate donde corresponde, a las grandes definiciones, a la Constitución, a las políticas públicas, a la normativa sanitaria.

Sólo cuando estemos de acuerdo sobre, ello, o estando en desacuerdo hayamos consagrado una normativa coherente sobre nuestras obligaciones y derechos,  vamos a la legislación, que supone ser siempre la última razón, sobre quién es encarcelado y quién no, por no acatar lo establecido en tales grandes definiciones.

Mientras, discutamos en serio, no sobre la excepción, no sobre el conmovedor caso que no debería ser el fundamento central de una política pública legítima y eficiente, sino sobre serios cuestionamientos a nuestro estatus cultural, convivencia, educación y atención a los más débiles.



Roberto Rabi



PS. Les dejo, por otra parte, un cuento que escribí en otra oportunidad, inspirado en un debate arduo, pero necesario. Insisto, ficción pura.



11 de abril de 2013

EDUCACIÓN DE CALIDAD CONTRA EL POPULISMO PENAL



 Hoy, para la mayoría de los seres humanos en nuestro país la preferente, sino única, solución frente a los conflictos de toda naturaleza es identificar un culpable –o de preferencia muchos- y castigarlo privándolo de su libertad, teniendo expectativas de que aplicando de manera masiva esa lógica disminuirán los atentados contra la vida, la libertad e indemnidad sexual, la salud individual y colectiva, la propiedad (seamos claros, principalmente la propiedad) la probidad de la función pública, etc. y lo anterior, (esto para mi es lo más grosero) sin atender a la falta de ratificación histórica y confirmación científica de tales postulados y (me retracto, lo peor es esto) a la nitidez de la experiencia que nos indica todo lo contrario. 

 No hablamos de prevención general ni especial, ni en los colegios, ni en la prensa (en algunos casos ni siquiera con suficiente atención en las clases de Derecho Penal) No se han generado debates amplios reflexivos con la debida difusión sobre la débil justificación de la cárcel, sus alternativas, consecuencias y, sobre todo, sobre la duración de las penas privativas de libertad en función de la afectación a los objetos de protección. Sólo se rasgan vestiduras porque la “cana” no se aplica, porque las penas son demasiado bajas, porque no se usa la prisión preventiva como castigo anticipado, en fin. Seamos sinceros, lo que las masas quieren no es solucionar conflictos ni prevenirlos: es canalizar la violencia estatal hacia “los delincuentes” sin siquiera armarse de la perfecta lógica kantiana que así lo plantea para defender la idea de retribución pura y dura. No queremos terminar con los robos, queremos ver ladrones sufriendo en la cárcel. No queremos seriamente terminar con las violaciones u otros atentados sexuales, queremos ver a los delincuentes sexuales abusados por otros presos dentro de los recintos carcelarios (¡Sin duda ese sería el "reality show" que todos querrían ver!)

 A mi juicio, el problema de fondo precisamente es la escasa formación en los colegios sobre respeto al otro, falta de educación cívica y sobre la estructura política de nuestro país. Eso lo constato cuando al hablar del principio de intervención mínima del Derecho Penal, los alumnos de derecho reaccionan como si planteara la más absurda de las injusticias. Cuando en las encuestas las personas consultadas sobre un trance complejo y por mayoría abrumadora afirman que es mejor condenar a un inocente que absolver a un culpable. 

 Hemos llegado a este momento coleccionado leyes como la de “Estados Antisociales” la “Ley Antiterrorista”, todo el “Derecho Penal del Enemigo” disgregado, por ejemplo, en la ley 20.000 y una serie de leyes –como hoy está de moda- con nombre de pila o apellido. Y –mientras tanto en su living- el discurso del padre frente al hijo que se le acerca para contarle que es objeto de bullying, tiende a ser: “defiéndete, golpéalo primero y más fuerte” No creo que nada cambie positivamente mientras nuestra sociedad no sea más integrada. Mientras los ricos reaccionen de manera agresiva al escuchar la manera de hablar de los pobres y viceversa. Mientras exista violencia de género y no se respete a las minorías por convicción y no por obligación. Pero si hay un lugar por el cual sería estratégico comenzar, es la sala de clases, con una exposición simple pero impactante de un diagnóstico claro. Educación para ser un ciudadano informado. Gratuita, de calidad y orientada a una convivencia sana, para todos. 

Para que, por lo menos, cada vez que comience una audiencia en el centro de justicia no se acerque una víctima al fiscal a preguntarle ¿Usted es mi abogado? 


 Roberto