20 de enero de 2008

EL TIEMPO ES ORO


Hace algunos días mi cuñado me invitó a leer el diálogo “Sobre la brevedad de la vida”, de Séneca. Acepté la invitación gustoso, pero sólo he leido dos páginas. El jueves, me mandó un mensaje precisándo que tampoco podría leerlo a efectos de comentarlo este fin de semana. Así es que, paradójicamente, lo que en su momento se presentó como una magnífica oportunidad para discutir cuestiones esenciales sobre la lucha del hombre contra sus límites temporales, con un sujeto decididamente más inteligente que yo, no se pudo materializar...por falta de tiempo.

Hace una semana pretendí escribir, en este canal, sobre el dinero, a propósito del feliz ganador de los millones del “loto”, la idea era referirme al ser humano y sus recursos. El dinero es más que un medio de cambio un símbolo de poder, la prueba es que cuando comentamos, soñando despiertos, que haríamos con millonarios premios de un juego de azar, lo que en el fondo exponemos es a qué nos dedicaríamos si pudiéramos hacer lo que quisiéramos, sin los límites más evidentes, expresión del sistema de propiedad privada de bienes de consumo y de capital, que se hacen bastante difusos si poseemos dinero a destajo. Pues bien, escribí tres líneas y no lo he retomado.
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Ahí está entonces patente la importancia de la otra incógnita de la ecuación: el tiempo, pues aunque dispusiéramos de todo el oro del mundo, sabemos que, en la inmensa mayoría de los casos en menos de cien años más, ya no vamos a estar.

¿Qué nos queda entonces considerando que buena parte de nosotros ni siquiera ganará el loto y deberemos enfrentar el tiempo que nos queda no sólo buscando “hacer lo que queremos” sino que también esforzándonos por financiar ese “hacer lo que queremos”? Para muchos la respuesta es fácil, porque si somos generosos y centramos nuestra existencia en otros, entregando desinteresadamente lo que somos y tenemos, el problema, en definitiva, no es propio sino que de esos otros. Eso cuenta para los idealistas que viven empeñados en hacer del mundo un lugar mejor, los individualistas y egocéntricos no tenemos escapatoria de ese problema basal.

No pretendo entregar una solución, pero me interesa mucho conocer la opinión de mis entrañables contertulios, ya que no pude disponerme a soportar el bombardeo de ironías desenfrenadas y reflexiones lapidarias con que hubiese diezmado mis capacidades de reacción intelectual Luis Eduardo, comentando “La Brevedad de la Vida”.

Sean breves por favor, no tengo todo el tiempo del mundo.

Roberto.
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PS. Mary, no estoy de vacaciones.