25 de julio de 2006

Decisión Final


La eutanasia ha sido, y sigue siendo, una de las cuestiones más controvertidas vinculada al análisis del derecho a la vida y a la Teoría de los Derechos Humanos en general. Sus orígenes se remontan a las más primitivas etapas del desarrollo cultural del ser humano. Desde entonces se han formulado un sinnúmero de argumentos a favor y en contra de su aplicación, en diversos ámbitos, con los más diversos fundamentos. La misma noción de eutanasia resulta controvertida, toda vez que tal sustantivo nos permite identificar una serie de conductas que difieren tremendamente en su materia y objetivos. (eutanasia activa, eutanasia pasiva, suicidio asistido, etc.)

Por otra parte las legislaciones del mundo parecen no seguir una tendencia definida. En Holanda y Bélgica entraron en vigencia hace un par de años leyes que legitimaron la eutanasia, en el resto del mundo la proscripción se nos presenta como la regla general.

Antecedentes interesantes encontramos en la jurisprudencia del Tribunal Supremo Británico que resolvió el año 2002, autorizar la desconexión de un ventilador artificial de una mujer, en circunstancias que tal mecanismo le permitía permanecer con vida, una vida según ella no deseable, toda vez que todo su cuerpo se encontraba paralizado sin posibilidad razonable de recuperación. Tiempo más tarde ella murió. La discusión se torna aún más compleja si consideramos que poco tiempo antes otra mujer también inglesa, en similares condiciones, -su muerte era inminente y padecía intenso sufrimiento físico y psíquico, pero no requería ventilación mecánica para conservar la vida- solicitó que no se procesara a su marido si éste la ayudaba a morir: tal solicitud fue rechazada.

Se ha comenzado a generar debate en Chile a propósito del tema. Me interesaría conocer la opinión de nuestros visitantes. Y la de mi compadre, por cierto, que al parecer fue abducido. O decidió no prolongar su sufrimiento y dejarme como el nombre de nuestro blog.

Roberto


12 de julio de 2006

MEDIOS SIN FINES



Los medios masivos de comunicación en Chile definitivamente no son lo que eran hace veinte años en nuestro país. En general la opinión de sus destinatarios es bastante crítica respecto de los contenidos de los mismos, reclamando más cultura y profundidad temática. Sin embargo, a la hora de un análisis en serio más parece que las masas en Chile se interesan muy poco por las complicaciones de su entorno, a menos que lo afecten en forma directa, y que las opiniones manifestadas en encuestas y sondeos de opinión tienen por finalidad más bien encubrir preferencias que darlas a conocer. De otro modo todas aquellas frivolidades de las cuales habitualmente renegamos no serían un buen negocio.

Que un alto porcentaje de los componentes de nuestra “opinión pública” no se preocupa por las problemáticas de fondo que atañen al país, la región o el globo, y se enfoque en conflictos nacidos en programas televisivos de farándula o crónica roja, es un lugar común al analizar el funcionamiento de los medios. La novedosa mecánica descubierta por sus propietarios para aprovechar tales señales del mercado es sencilla, barata y aparentemente infalible: recoger lo que en otros medios ha llamado la atención y reciclarlo. Así, hoy no es necesario ver los programas estelares de televisión para estar absolutamente al día sobre la vida de los personajes más populares expuesta y sobre expuesta en los mismos. Basta con leer el diario del día siguiente, que por lo demás, no es necesario comprarlo, o leerlo en internet, sino que basta con poner algo de atención a lo que destacan de cada pasquín los animadores de los matinales de radio o televisión, comentarios que, a su vez, servirán de punto de partida para reanudar el ciclo, generando un poderoso feedback.


Una de las causas de esta transformación la podemos encontrar en el cambio de la idea misma de información. Hasta fines de los ’80, informar “era responder a preguntas básicas: ¿quién hizo qué? ¿Con qué medios? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuáles son las consecuencias?. Bajo la influencia de la televisión, que ahora ocupa un lugar dominante en la jerarquía de medios, esto ha cambiado radicalmente (...) Informar es a partir de ahora ‘mostar el transcurso de la historia’ o, en otros términos, servir de vínculo para que el individuo asista (si es posible en directo) al acontecimiento”
[1] Tal transformación explica, entre otras peculiaridades de los medios contemporáneos, la popularidad de los reality shows, y el éxito de la mecánica a que nos referíamos anteriormente: al prestar atención a una determinada polémica entre figuras de la farándula lo central no es el contenido del conflicto sino el hecho que la persona lo “sigue” y que cada vez que un medio “informa” sobre el mismo lo que nos entrega no es una sencilla descripción o análisis sino un eslabón más de la controversia.

Evidentemente existen aun programas, diarios, revistas, etc. que se mantienen al margen de la manera de operar que señalamos y generalmente distanciados de su éxito. Otra de las características de los medios de comunicación del presente milenio es su segmentación, en términos tales que sus destinatarios son sujetos específicos con intereses y preferencias particulares. Sin embargo la fuerza que ha adquirido esta nueva manera de entender la tarea de los medios ha tenido como consecuencia fundamental la incapacidad de los mismos para generar cambio social.

Creo que los incentivos para incorporar en los contenidos de los medios de comunicación elementos que apunten en la dirección citada son muchos, comenzando por los propios requerimientos del mercado. No olvidemos que pese a la escasa atención que se presta a los sondeos de opinión en que los propios consumidores reclaman más cultura y análisis científico o meticuloso de temas de relevancia social, toda vez que, por ejemplo en el caso de la televisión, no hay encuesta más práctica que el people meter, se puede concluir que, al menos, una tendencia clara es que muchas personas gustan aparentar que desean obtener más contenidos culturales de los medios de comunicación. Es una señal importante que ya ha sido explorada afortunadamente por ciertos medios, The Clinic es un ejemplo, básicamente a través de la práctica de intercalar espacios culturales o de reflexión crítica y artículos livianos y/o de entretenimiento, o de presentar de manera lúdica planteamientos de análisis social.

En definitiva, como buena parte de los problemas de nuestra sociedad, ni siquiera el diagnóstico es claro, toda vez que lo que para algunos es un panorama alarmante, propio de una sociedad en decadencia, para otros no es más que uno de los rasgos distintivos de un país moderno en que las alternativas de bienestar, y una de sus expresiones el acceso ilimitado al entretenimiento, se distribuyen democráticamente en la población sin necesidad de mayores requerimientos que un televisor, una radio o un par de monedas para comprar un diario, bastando incluso estirar despectivamente el brazo a la salida del metro para recibirlo gratis.

Roberto


[1] Ramonet Ignacio, “Informarse Fatiga” en “Selección de artículos de Le Monde Diplomatique, ”La Prensa ¿Refleja la Realidad?”, Editorial Aún Creemos en Los Sueños, Santiago 2003, Págs. 9 y 10.