
Vi “Los Infiltrados” una semana después que mi señora, a principios de diciembre del año pasado. Como antecedentes preliminares consideré el visto bueno de la mayoría de los críticos, de mi compadre que ya ni se aparece por estos lados, de otro gran amigo, el Pelao Henríquez, fan de Scorsese y por otra parte opiniones disidentes de mi cuñado y de ciertos personajes que se quedaron dormidos viendo la película.
Imperdonable, porque la película es rápida, ágil y su desenlace es sorprendente. La cámara de Scorsese no se debate, como en “Casino”, o “Buenos Muchachos” en un eterno circular por parajes urbanos que a veces marea; la historia es tan dinámica que no hay tiempo para desconcentrase; no eterna como “Gangs of New York”, ni extremadamente densa como “La Última Tentación...” Sin embargo, si alguien ha seguido con cierta dedicación la obra de Scorsese, atento sólo a las imágenes podría descubrir que él es el director de “The Departed”, pese a que tal información inicialmente se le ocultara. Se trata de una “mano” que se nota. Yo tengo mis favoritas: “The King of Comedy”, “Taxi Driver” y “Raging Bull” y un par que desprecio, quizás injustificadamente: “After Hours” y “Cape Fear”.
Cada escena en “Los Infiltrados” vale por sí sola, pero la velocidad con la que se suceden no da lugar a la formación de ambientes, para algunos necesaria para el compromiso del espectador con alguno de los personajes. Son escenas muy cortas y llenas de diálogos fuertes e interesantes. Ambientes v/s diálogos. El mérito del director es precisamente cuidar que el espectador no se extravíe, ya que resultaría imposible tratándose de este guión avocarse a la formación de ambientes complejos en menos de cinco horas.
Pero, además de hablar un poco de cine (para que no se diga que siempre pretendo hablar de algo central dando la lata con datos preliminares que terminan ciendo el alma del post) hoy mi tema es el orgullo.
Cuando le entregaban a Morricone el Oscar Honorario le comentaba a mi señora: Si a mi me hubieran despreciado tantas veces como a Peter O’Toole, Ennio Morricone o Martin Scorsese, yo no me presentaría a poner la cara para nada, ni nominado al Oscar ni a algún premio "especial". Curioso, en circunstancias que suelo jactarme de ser el ser humano menos orgulloso que existe. Entonces me pareció identificar, más que distintos tipos de orgullo, distintos entornos en que el orgullo se manifiesta.
Scorsese tenía buenas razones para pensar que, después de haber sido nominado y preterido en siete oportunidades anteriores, lo estaban agarrando para el hueveo. Porque la cosa no es como cuando González juega con Federer: de antemano sabemos el resultado, porque sencillamente Roger Federer es mejor tensita. Scorsese había sido nominado en categorías en que pudo ser considerado varias veces el mejor (director y guionista) en batallas parejas. Por otra parte, incluso aunque las decisiones anteriores hubieran sido acertadas y justas ¿quién en su lugar no hubiera pensado que lo pretendían perjudicar? Entonces perder siete veces no deja de ser sospechoso. ¿Cómo reacciona el ser humano frente a situaciones como esa? ¿Quién de Ustedes no hubiera enviado a la Academia a la chucha? Yo lo hubiera hecho a la quinta. En esta oportunidad hablamos de reconocimientos, pero también la habitualidad en castigos, menosprecios, o golpes análogos puede llevarnos a desviar la mirada y arder de rabia mientras ignoramos nuestro entorno. Humano, muy humano.
Como es humano no pedir disculpas o desconocer el error frente al amigo o a la pareja, pese a que tenemos la conciencia de no tener la razón, es simplemente orgullo con otra vestimenta. Para mi es muy sencillo ser humilde y comerme el orgullo frente a cualquier persona. Pero no frente a instituciones o grupos de personas, no he tenido la oportunidad: pero el sólo hecho de ponerme en el lugar de Martín Scorsese me hizo concluir que no soy sincero al presentarme como el sujeto más carente de orgullo del universo.
Martín me dio una lección, en la vida. Quizás no cambie en nada, pero siempre es bueno tener las cosas claras. Se lo agradezco, junto a su sobresaliente filmografía.
No sólo de las propias historias se puede aprender lecciones interesantes.
Roberto
PS a todo esto, no he visto ni ”Bringing Out the Dead” ni “El Color del Dinero”, por si alguien me los puede prestar, regalar o decirme dónde las puedo conseguir.