26 de febrero de 2007

LA OCTAVA ES LA VENCIDA



Vi “Los Infiltrados” una semana después que mi señora, a principios de diciembre del año pasado. Como antecedentes preliminares consideré el visto bueno de la mayoría de los críticos, de mi compadre que ya ni se aparece por estos lados, de otro gran amigo, el Pelao Henríquez, fan de Scorsese y por otra parte opiniones disidentes de mi cuñado y de ciertos personajes que se quedaron dormidos viendo la película.

Imperdonable, porque la película es rápida, ágil y su desenlace es sorprendente. La cámara de Scorsese no se debate, como en “Casino”, o “Buenos Muchachos” en un eterno circular por parajes urbanos que a veces marea; la historia es tan dinámica que no hay tiempo para desconcentrase; no eterna como “Gangs of New York”, ni extremadamente densa como “La Última Tentación...” Sin embargo, si alguien ha seguido con cierta dedicación la obra de Scorsese, atento sólo a las imágenes podría descubrir que él es el director de “The Departed”, pese a que tal información inicialmente se le ocultara. Se trata de una “mano” que se nota. Yo tengo mis favoritas: “The King of Comedy”, “Taxi Driver” y “Raging Bull” y un par que desprecio, quizás injustificadamente: “After Hours” y “Cape Fear”.

Cada escena en “Los Infiltrados” vale por sí sola, pero la velocidad con la que se suceden no da lugar a la formación de ambientes, para algunos necesaria para el compromiso del espectador con alguno de los personajes. Son escenas muy cortas y llenas de diálogos fuertes e interesantes. Ambientes v/s diálogos.
El mérito del director es precisamente cuidar que el espectador no se extravíe, ya que resultaría imposible tratándose de este guión avocarse a la formación de ambientes complejos en menos de cinco horas.

Pero, además de hablar un poco de cine (para que no se diga que siempre pretendo hablar de algo central dando la lata con datos preliminares que terminan ciendo el alma del post) hoy mi tema es el orgullo.

Cuando le entregaban a Morricone el Oscar Honorario le comentaba a mi señora: Si a mi me hubieran despreciado tantas veces como a Peter O’Toole, Ennio Morricone o Martin Scorsese, yo no me presentaría a poner la cara para nada, ni nominado al Oscar ni a algún premio "especial". Curioso, en circunstancias que suelo jactarme de ser el ser humano menos orgulloso que existe. Entonces me pareció identificar, más que distintos tipos de orgullo,
distintos entornos en que el orgullo se manifiesta.

Scorsese tenía buenas razones para pensar que, después de haber sido nominado y preterido en siete oportunidades anteriores, lo estaban agarrando para el hueveo. Porque la cosa no es como cuando González juega con Federer: de antemano sabemos el resultado, porque sencillamente Roger Federer es mejor tensita. Scorsese había sido nominado en categorías en que pudo ser considerado varias veces el mejor (director y guionista) en batallas parejas. Por otra parte, incluso aunque las decisiones anteriores hubieran sido acertadas y justas ¿quién en su lugar no hubiera pensado que lo pretendían perjudicar? Entonces perder siete veces no deja de ser sospechoso. ¿Cómo reacciona el ser humano frente a situaciones como esa? ¿Quién de Ustedes no hubiera enviado a la Academia a la chucha? Yo lo hubiera hecho a la quinta. En esta oportunidad hablamos de reconocimientos, pero también la habitualidad en castigos, menosprecios, o golpes análogos puede llevarnos a desviar la mirada y arder de rabia mientras ignoramos nuestro entorno. Humano, muy humano.

Como es humano no pedir disculpas o desconocer el error frente al amigo o a la pareja, pese a que tenemos la conciencia de no tener la razón, es simplemente orgullo con otra vestimenta. Para mi es muy sencillo ser humilde y comerme el orgullo frente a cualquier persona. Pero no frente a instituciones o grupos de personas, no he tenido la oportunidad: pero el sólo hecho de ponerme en el lugar de Martín Scorsese me hizo concluir que no soy sincero al presentarme como el sujeto más carente de orgullo del universo.

Martín me dio una lección, en la vida.
Quizás no cambie en nada, pero siempre es bueno tener las cosas claras. Se lo agradezco, junto a su sobresaliente filmografía.

No sólo de las propias historias se puede aprender lecciones interesantes.

Roberto

PS a todo esto, no he visto ni ”Bringing Out the Dead” ni “El Color del Dinero”, por si alguien me los puede prestar, regalar o decirme dónde las puedo conseguir.

23 de febrero de 2007

EN MEMORIA DE NICO Y BART



"¡No hay justicia para los pobres en América!...¡Oh, compañeros míos, continuad vuestra gran batalla! ¡Luchad por la gran causa de la libertad y de la justicia para todos! ¡Este horror debe terminar! Mi muerte ayudará a la gran causa de la humanidad. Muero como mueren todos los anarquistas, altivamente, protestando hasta lo último contra la injusticia....Por eso muero y estoy orgulloso de ello! No palidezco ni me avergüenzo de nada; mi espíritu es todavía fuerte. Voy a la muerte con una canción en los labios y una esperanza en mi corazón, que no será destruida..."

Nicola Sacco


Datos preliminares: Soy hombre, heterosexual, liberal, de pasado DC y PPD (en ese orden) chileno, abogado, de clase media, trabajo en una institución pública, casado, sin hijos, adicto al tabaco, agnóstico, hincha de la “U”, educado en un colegio particular subvencionado, luego en las universidades de Chile, Católica y Diego Portales, cobarde, alto, con defectos físicos en los ojos, los dedos de los pies, obeso, padezco además de epilepsia, depresión recurrente de episodios aislados, y represiones emocionales de índole neurótico.

En nuestro perfil escribí con anterioridad que las circunstancias de nuestras vidas, de los creadores de ahoratodostusolo, no tendían importancia a la hora de postear en este blog, sin embargo quizás algún día revelaríamos algunas. Hoy lo hago a modo de reforzar la idea central que me motiva a escribir, a falta de un nombre mejor, me referiré simplemente al “efecto halo”.

Mi primera experiencia traumática en tal sentido fue en 1993, en la “U”, conversando con un grupo de alumnos de derecho de mi generación. En tal oportunidad comenté que uno de nuestros compañeros, ausente en ese momento, podía aportarnos bastante en un proyecto en gestación en aquel entonces. ¡¿Manuel Martínez?!-exclamó horrorizado uno de mis contertulios- ¡pero si ese huevón es facho! Pues bien, la posición política de mi amigo nada tenía que ver con la naturaleza de nuestro proyecto. Pero por esa circunstancia no conseguí integrarlo. Años más tarde, en el marco de un grupo de amigos congregados por el fútbol, fui testigo de cómo hostigaron, hasta excluirlos, a un lúcido militante de la UDI, hijo de un dirigente de derecha asesinado en dictadura (no precisamente por la dictadura) y a una amiga muy querida que a veces se pasea por estos confines del cyberespacio. Por sus ideas de derecha, demás está decirlo. Ejemplos de amigos de izquierda que padecieron una suerte similar en otros contextos, podría comentar por horas.

En otro ámbito, pero en el mismo orden de ideas, hace un par de meses un miembro de la barra brava de Colo Colo (el ejemplo podría ser al revés, no tengo otro tan fuerte) me decía abiertamente que el sentido de pertenencia a la barra, se aferraba de una idea central: destruir al enemigo, y en ese entendido, no había “chuncho” bueno, todos se merecían una paliza, la muerte a golpes, por que ellos no usaban armas de fuego, ellos, como los caciques, peleaban sólo con su valor y la naturaleza. Tuve la suerte de esconder, antes que entrara a mi, oficina un “certificado oficial de hincha de la Universidad de Chile” si no creo que mi ayuda no le hubiera parecido valiosa.

Sigamos. Uno de mis colegas “estrella”, muy bien ponderado y a cargo de importantes casos, hizo el siguiente comentario refiriéndose a las personas que viven en poblaciones marginales: “son todos malos, pero muy malos”. ¿Todos? –pregunté, bastante turbado- la respuesta no sé si fue tan en serio, pero definitivamente nos dejó perplejos a mí y a los otros que compartíamos una mesa: “SIN EXCEPCIÓN”.

Etiquetas existen millones, por eso enumeré al principio todas las propias, o por lo menos todas las que recuerdo. Por que ninguna de ellas tiene que ver con si canto bien o mal, si hablo bien o mal, si hago el amor bien o mal. Si soy buen o mal hijo. Ciertamente el repudio a todas estas formas de discriminación que he narrado forma parte del enorme saco de lo que hoy podría llamarse “políticamente correcto”, pero no nos engañemos, de alguna manera resulta muy difícil abstraerse de las etiquetas a la hora de relacionarnos con nuestros semejantes. Porque mientras no las desterremos de las apreciaciones más simples el ejercicio no está completo. Así, creo que no a muchos les parezca que la voz de Frank sea pésima, por que era mafioso y racista. Sin embargo demasiados consideran que Gloria Simonetti o la Paty Maldonado cantaban mal. ¡Por favor! serán pesadísimas, (opinable) derechistas en extremo (incuestionable) su estilo al cantar podrá ser cursi (opinable) pero llegar al extremo de apreciar su voz con un oído político me parece lamentable.

Digamos que Pinocho jugaba bien a la escoba, que tenía una habilidad innata para terminar con los oros y el siete de velos en su poder, sin robarlos por cierto, o tenía otro talento similar, ¿quién sabe? mientras no nos anticipemos a negar tal posibilidad, a pensar que hasta nuestro enemigo más acérrimo puede tener alguna virtud, no estamos caminado en la dirección correcta. De alguna manera todos los días repetimos la lógica que llevó a Sacco y Vanzetti a la silla eléctrica sólo por ser obreros, anarquistas e italianos.

Si chocan en un accidente dos automóviles, el causante de él no será, como en el chiste, el negro, judío, maricón y argentino. Ni siquiera necesariamente el que iba ebrio. Tampoco el culpable dejará de serlo porque es un modelo de esposo, en circunstancias que el otro conductor iba en el auto con la amante. ¿Por qué nos cuesta tanto distinguir las cosas? Remontándome a la “Breve Historia de los Estados Unidos” contenida en Bowling for Columbine, coincido con Moore en que en la base del odio está el miedo.

Hoy en la mañana conversaba con un amigo que deberá enfrentar un tribunal de familia presidido por una jueza. Mujer. Si viviera en un mundo soñado, debería haberle dicho con confianza: "no te preocupes, no te considerarán culpable, y a tu mujer inocente, sólo porque la jueza es mujer". Pero en el ámbito de nuestra sociedad, tuve ganas de decirle: "agradece que la causa es por violencia intra familiar y no por violación"


Espero que el día que esté en el banquillo de los acusados, lo esté por lo que hice y no por alguna de mis etiquetas, que enumeré al principio. Mi compromiso en esta oportunidad es apreciar cada uno de sus actos, gestos, talentos, por lo que son, enviando el “efecto halo” al basurero.

Donde debería estar.


Roberto.

4 de febrero de 2007

Lo Público y lo Privado en los días del Google Earth.

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Definir que es público y que privado de la vida de las personas es hoy, más que nunca una cuestión ardua. Existe en tal sentido una tremenda nebulosa en que confluyen intereses diversos, justificaciones diversas y mucho de voyeurismo y exhibicionismo.

En la era de los reality shows, ya casi en decadencia, nadie podrá negar el gusto por saber las intimidades del otro. Así recientemente muchos disfrutaron de aspectos triviales de la vida de la “Geisha Shilena” en “The Beautiful People”. Para qué decir en lo que se ha transformado LUN. Es evidente que buena parte de la sobre exposición mediática de la vida supuestamente privada de los famosos es una consecuencia no sólo de la aquiescencia de los mismos, sino también de su tremendo interés en que la gente sepa más sobre ellos. A otro nivel, buena parte de los blogs y fotologs evidencian el interés de sus autores en dar a conocer algunos aspectos, más o menos acotados, de sus vidas a la comunidad de internet. Todo sin mayor cuestionamiento, salvo en aquellos casos en que, por ejemplo, a alguien se le ocurre exhibirse desnudo en el balcón de su departamento. Parece que existe relativo consenso en lo que se puede o no mostrar y en qué ámbito.

Sin embargo los problemas comienzan en serio cuando no estamos de acuerdo en permitir al resto el acceso a nuestra intimidad. No es mucha la diferencia material entre quién se desnuda en un balcón y quien lo hace en la azotea. Pero es evidente que el que lo hace en la azotea tiene la razonable expectativa de que no existen cámaras filmándolo o fotografiándolo desde el espacio. Pues bien eso es pasado. Hoy Google Earth, puede hacerlo, y las imágenes en un futuro no muy lejano quizás tengan la nitidez suficiente como para poder contemplar con claridad cada centímetro de piel. Cada pelito. Pero la verdadera molestia respecto del funcionamiento de este sorprendente programa no se originó en quienes gustan de tomar el sol en “traje de Adán o Eva”, sino, como era de esperar, en países que se sintieron bastante desnudos al permitirse la pública exhibición de lo que vendría siendo algo así como el poto o las tetas: sus sistemas de defensa. Y las reacciones fueron inmediatas. De este modo, “Las imágenes de las instalaciones científicas y de defensa indias se verán borrosas en los mapas de Google Earth, que acordó dificultar la vista virtual de estos sitios "sensibles" por el temor de autoridades de Nueva Delhi". (Domingo 4 de Febrero de 2007, DPA) Descubrimos entonces otro elemento que determina cursos de acción en esta materia: el poder.

En tal sentido una distinción que me parece bastante razonable en cuanto al nivel de protección que Estado le brinda a la vida privada de las personas, se funda en considerar, tanto si detenta o no una función o empleo público, como cuanto de su parte pusieron las personas para que en definitiva nos lleguen a importar fundadamente los vericuetos más íntimos de sus existencias. Así, la protección de la vida privada de un funcionario público de elección popular, (Senador, Alcalde, etc.) debería ser la menos intensa, toda vez que en sus correspondientes campañas suelen forjar una imagen sobre sí mismos que resulta relevante durante el ejercicio de sus funciones, y no parece ilegítimo pedirles rendir cuenta de la misma. Evidentemente eso no justifica instalar una cámara en su baño, pero sí un control mucho menos limitado de sus vidas que el que podríamos tener sobre Juan Pérez, respecto de quién, sólo se justificaría intervenir en su privacidad en caso de investigarse un delito, con elementos de juicio previos que de alguna manera justifiquen que es prudente hacerlo.

Tales criterios, que por cierto no son una creación mía, de todas maneras no solucionan de ninguna manera casos menos claros. ¿Los personajes de la farándula tienen menos protección de su privacidad que cualquier mortal? ¿Podemos suponer la existencia de “autorizaciones presuntas” para ventilar la vida privada de las personas? ¿Qué rol le cabe a la prensa y al derecho a la información de las personas? En fin. Bastante arduo.

También convendremos que no todos somos tan sensibles con las más o menos (la mayoría de las veces “menos”) relevantes circunstancias de nuestra intimidad. Me remito a expresado en nuestra auto descripción fundacional: Nuestras vidas son modestas y simples, nos reservamos pudorosamente sus detalles. Tal vez algún día revelaremos algunos. También hago propias las sabias palabras de mi amiga Kein: “A mi espacio público son todos bienvenidos al privado, sólo unos cuantos”.

Roberto.